_
_
_
_
Reportaje:

Las evasiones de capitales: una irresistible ascensión

En el curso de la historia, los tesoros de origen poco confesable han sido escondidos sucesivamente en las islas desiertas, en Suiza y en Luxemburgo. Pero, a diferencia de los piratas antiguos, los evasores modernos no son tuertos ni minusválidos.Para reprimir a los delincuentes monetarios, que son a menudo unos genios de la dialéctica legal, España dispone de una ley Penal y Procesal dictada hace algún tiempo; es decir, el 24 de diciembre de 1938. Los expertos la interpretan como un sistema disuasorio para quienes pretendan evadir riquezas a la zona republicana cuarenta años después. Al amparo de esta ley, los españoles disponen de un variado catálogo de timadores encubiertos, que utilizan el pasaporte en lugar de la estampita. Para llevar los casos supuestos a la vida real basta cambiar los nombres supuestos por los reales.

El hombre del maletín

Llega al aeropuerto de Barajas, salidas internacionales, un hombre cuidadosamente ataviado. Viste un traje marrón oscuro, lleva gafas graduadas de montura negra y calza unos zapatos de tafilete, lustrados media hora antes para completar su aspecto y hacerse pasar por un discreto modelo de ejecutivo español. Probablemente habrá venido al aeropuerto después de haber ingresado a sus hijos en el colegio y de firmar varios talones bancarios. Sin embargo, el viajero, llamémosle Gómez, es un pobre hombre a pesar de los quince millones de pesetas que esconde en el doble fondo de su maleta. Ha invertido unos miles en su vestuario cumpliendo órdenes: el jefe ha previsto que los funcionarios aduaneros se convenzan a primera vista de que un señor tan bien afeitado no puede ser un delincuente y que le permitan llegar a una banca luxemburguesa.

En la aduana, Gómez se enfrenta a dos posibilidades: en caso de que consiga llegar sin novedad hasta el avión, será un hombre un poco menos pobre que antes. Tendrá derecho a percibir por el trabajo la dieta habitual en el mercado de evasiones: el 5% de la cantidad transportada, que supondrá 750.000 pesetas, casi la mitad de la entrada a un piso que piensa comprar después de un posterior viaje. Pero si uno de los aduaneros le dijese, mientras él se enjuga el sudor para aparentar un honesto cansancio, «has ido demasiado lejos, Gómez», sabe que le confiscárán el dinero y que le aplicarán una multa que oscilará entre la décima parte y el décuplo de la cantidad que evade. Esta segunda alternativa no le preocupa demasiado: espera que los jueces sean benévolos y le identifiquen inmediatamente como hombre de paja, y además no piensa pagar: ése es un cometido del emisor; él sólo es un correo.

En los tres últimos años, los funcionarios del Cuerpo Técnico de Aduanas han logrado interceptar a un cierto número de correos y de pequeños evasores que portaban, respectivamente, las cantidades globales de 113, 223 y 363 millones de pesetas. La evidente progresión de las cantidades decomisadas, o crestas del iceberg, indica una progresión simultánea de las cantidades evadidas. En el período siguiente a la muerte de Francisco Franco se observó que muchos de los evasores eran extranjeros con poca fe en la estabilidad política de España: malvendían sus chalets en la costa y trataban de pasar en sus maletas el dinero recuperado. Luego, los delincuentes comenzaron a parecer de nuevo pequeños ejecutivos y volvieron a llamarse Gómez.

Si Gómez, traje marrón y gafas de montura negra, consiguiera salvar el muestreo de los aduaneros, marcaría rápidamente un número telefónico español y daría una clave prefijada «Operación concluida». En seguida, un financiero multimillonario sería informado en su despacho. Bastará que diez de sus doce emisarios hayan llegado a su destino para que logre poner en la cámara blindada prevista 150 millones de pesetas. Allí estarán suficientemente amparados por el secreto profesional que los banqueros llaman secreto bancario.

Piratas de salón

Los especialistas en delitos monetarios están de acuerdo en que la ley Penal y Procesal precisa de una actualización inmediata, toda vez que han aparecido nuevas figuras delictivas tan simples como eficaces. Hoy puede ser que el financiero multimillonario Gómez senior facture y venda sus productos a precio muy bajo a una empresa extranjera, a condición de que la diferencia entre el valor real y el precio de facturación le sea ingresada en una cuenta corriente suiza. O que el terrateniente Gómez junior venda a otro ciudadano extranjero una finca que vale 2.000 millones al precio de quinientos, a condición de que los 1.500 millones de pesetas restantes vayan a parar a otra cuenta. O que el importador Gómez & Gómez declare que el coste de la mercancía comprada es inferior al verdadero para defraudar impuestos a la importación: posteriormente, sus correos llevarán el dinero a los vendedores, o quizá se les abra una cuenta en España.Un acuerdo entre dos grandes negociantes de distinta nacionalidad permite casi infinitas posibilidades de sortear los controles. A pesar de todo, nadie tendría tanta capacidad para jugar con los números y con las divisas como una compañía multinacional cuyas filiales comerciaran entre sí. Algunos escépticos afirman que, si la evolución política o económica de un país lo aconsejasen, muchas multinacionales podrían trasladar grandes cantidades de dinero a otro, a discreción e incluso en nombre de la ley.

Las instituciones españolas que combaten específicamente los delitos monetarios son el Cuerpo Técnico de Aduanas, con la Guardía Civil en funciones de resguardo fiscal; la Brigada Especial de Investigación, afecta al Banco de España, y el Servicio Especial de Vigilancia Fiscal. Todas trasladan sus investigaciones al Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional. En la lucha contra los delitos comprendidos en la vieja ley Penal y Procesal, apenas si tienen un aliado también antiguo, aunque eficaz: el confidente. Una extraña coincidencia ha permitido que los denunciantes de delitos monetarios puedan disfrutar del mismo privilegio que los delatores de asesinos en el Far West; se busca a un criminal llamado evasor de capitales, y se ofrece a cambio de la pista una recompensa: la participación en la multa que se le imponga.

Pero al secreto bancario, que es el último término del hermetismo de las cajas acorazadas, sólo puede oponérsele un hermetismo antagónico. El Estado garantiza al confidente que su información pasará al Libro de denuncias secretas de delitos monetarios, aunque paradójicamente tenga que sustraer a los ciudadanos de limpia conciencia fiscal la obra literaria más apasionante de una época. Según la Orden de 30 de junio de 1976, en ella se incluyen «las circunstancias precisas para la averiguación del hecho delictivo de que se trata, con indicación de las de tiempo y lugar, así como las de las personas que intervinieron en el hecho delictivo, y cuantos datos conduzcan a facilitar la comprobación de la denuncia...»

Hace sólo dos días se ha anunciado la ampliación de competencias de la Dirección General de Aduanas: ahora podrá inspeccionar el dudoso tráfico de los impuestos especiales, en un intento de conseguir que los Gómez del maletín nunca puedan ir demasiado lejos. Con ello, al menos, comienza a reconocerse que al contrario de lo que sucedía en el salvaje Oeste, en España los abigeos suelen cruzar la frontera antes de la llegada de los federales. Desde 1938.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_