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Angola y Portugal buscan un dificil acercamiento

El encuentro entre los presidentes de Portugal, Antonio Ramalho Eanes, y el de Angola, Agostinho Neto, previsto para la segunda quincena de este mes en la capital de Guinea-Bissau, puede realizarse sin previo aviso en cualquiera de los próximos días, confirmó ayer la presidencia de la República portuguesa.La forma del anuncio, poco ortodoxa para encuentros de tal importancia, da idea de la extrema delicadeza de la aproximación en curso entre Portugal y su antigua colonia.

En Portugal hay quien sostiene que las relaciones con Angola y Mozambique deben reducirse al mínimo hasta el derrocamiento de los dos regímenes marxistas implantados en los dos Estados africanos. La llegada del primer embajador de Angola a Lisboa y el restablecimiento de la pena de muerte en Angola han sido motivo de las últimas campañas de la prensa de derecha portuguesa contra el régimen angoleño. Mientras, un sector de la izquierda se muestra irritado de que el CDS (democristiano), ahora responsable de la diplomacia portuguesa, se haya atribuido el éxito de la normalización de relaciones con Angola. Normalización que los anteriores Gobiernos «revolucionarios» y «socialistas» no pudieron o no quisieron alcanzar.

Para el Gobierno angoleño las negociaciones directas y al más alto nivel representan también un salto de importancia capital y no ausente de riesgos internos y externos. Portugal no es únicamente la antigua potencia colonizadora, que mostró tantas reticencias en reconocer el régimen establecido en Luanda, es también un país miembro de la OTAN, futuro miembro de la CEE, orgulloso de su «fidelidad atlántica» y de sus apoyos americanos.

Al éxito del acercamiento habrán contribuido sus anfitriones: el PAICG (Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde), y sus dirigentes, Arístides Pereira y Luis Cabral, herederos de uno de los mayores teóricos marxistas africanos: Amílcar Cabral.

Este pequeño y pobre país Guínea-Bissau, enfrentado a enormes dificultades de todo orden, ha conseguido la difícil hazaña de ser reconocido como interlocutor válido por casi todas las fuerzas que se combaten en un continente transformado en campo de batalla.

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