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El Gobierno británico supera milagrosamente un voto de confianza

El primer ministro británico, James Callaghan, se verá obligado a convocar elecciones generales en octubre, después de que la votación de confianza a la que el Gobierno sobrevivió milagrosamente ayer haya demostrado de forma rotunda que el partido laborista no está en condiciones de llevar adelante su política en su actual posición minoritaria.

Sólo la abstención de los liberales, acordada a última hora bajo los términos del pacto Lib/Lab, ha permitido a Callaghan salir airoso por cinco votos de diferencia (287-282) de una moción de censura cuya pérdida significaba la dimisión del gabinete, la disolución del Parlamento y una convocatoria a las urnas para el mes próximo. Unionistas del Ulster y nacionalistas escoceses sumaron sus votos a los de los conservadores en contra del Gobierno, que contó, además de con la abstención de los trece diputados liberales, con la de los tres autonomistas galeses.Técnicamente, lo que en los Comunes se iba a dirimir era una moción de censura individual contra el ministro de Hacienda -la reducción de su sueldo a la mitad- promovida por la oposición tras el último «paquete» de medidas económicas introducido por el señor Healey, que prevé, entre otros, el aumento de las cuotas empresariales a la seguridad social. El primer ministro, sin embargo, en lo que se considera una brillante maniobra de supervivencia política, decidió hacer de la moción contra el canciller del Exchequer una cuestión de confianza global en la gestión del Gobierno.

Los argumentos de Callaghan para justificar su sorprendente iniciativa se centraron en el papel relevante que el ministro de Hacienda ocupa en la estrategia de su gabinete y en el nuevo daño que un voto de censura contra Denis Healey causaría al mercado monetario, a la situación de la libra y a la credibilidad económica del Gobierno.

El primer ministro sólo adoptó esta decisión, sin embargo, después que el líder liberal le anunciara que sus doce diputados estaban dispuestos a votar contra el señor Healey. Callaghan decidió entonces acogerse al pacto Lib /Lab, que no expira formalmente hasta finales de julio, y pidió a su líder, David Steel, garantías de que su formación se abstendría si se planteaba la cuestión de confianza.

Lo que sucedió después forma parte del «día más largo» de la última etapa del Gobierno laborista. Mientras el gabinete, en una reunión de urgencia, desarrollada en el mismo Parlamento, decidía apoyar la maniobra del primer ministro, el dirigente liberal emplazaba a sus parlamentarios a no derribar al Gobierno en un voto de confianza.

En el debate parlamentario, que concluyó a altas horas de la noche con la apurada victoria gubernamental, el ministro de Hacienda fue atacado ferozmente por su homónimo conservador, J. Howe. «Imprudente, incompetente, engreído, ignorante», fueron algunos de los epítetos dedicados por Howe al canciller Healey. Una letanía similar fue dirigida después por los conservadores al partido liberal, al que responsabilizaron directamente.

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