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Acercamiento de un poderoso sector del episcopado a tendencias políticas de derechas

Juan Cruz

Un sector poderoso, aunque minoritario, del episcopado español quisiera ver en este país una reproducción de las actitudes de una democracia cristiana europea, pero conservadora, que defendiera derechos tradicionales de la Iglesia católica. Políticos de esa tendencia parecen interesados en capitalizar esa opción y para ello efectúan un acercamiento personal hacia ese sector episcopal.Medios eclesiales que muestran su preocupación por estas maniobras inconscientes de sus compañeros de clero temen que esa aproximación termine confundiendo de nuevo a la Iglesia católica con determinadas actitudes e intereses de la derecha política. Estos medios eclesiales, de centro y de centro-izquierda, insisten en el carácter minoritario del sector al que se refieren, aunque admiten que su poder, sobre todo después de la última asamblea de la Conferencia Episcopal, es grande.

La última asamblea del episcopado se celebró a finales de febrero. En ella resultó reelegido presidente de la Conferencia el cardenal Tarancón, apóstol de una Iglesia católica independiente de partidos. Un ejecutivo fuerte, en el que mandan personalidades moderadas de la Iglesia, controla el episcopado desde que se celebró esa asamblea. El ejecutivo era antes honorario. Ahora la presidencia es colegiada. Para quienes siguen de cerca las actividades de monseñor Tarancón en estos últimos cinco meses, parece que todo ha cambiado bastante: el.cardenal se halla mediatizado y padece, por qué no decirlo, de cierta soledad.

Una maniobra inconsciente

No se trata, insisten las fuentes que hemos podido consultar, de una maniobra consciente. Los obispos que quisieran ver una conducta más fuerte de la Iglesia con respecto a determinados temas -enseñanza, divorcio, aborto- sólo tratan de acabar con una neutralidad que consideran que ha hecho perder posiciones al catolicismo oficial ante la comunidad católica.

Sin embargo, parece improbable que tal sector episcopal use su poder para adscribirse a los movimientos católicos de padres de familias que en las últimas semanas han pretendido tomar la plaza pública para pedir «una familia fuerte en una sociedad libre», o lo que ellos llaman una enseñanza libre.

No debe olvidarse, no obstante, que los responsables de tales movimientos fueron nombrados por la comisión permanente del episcopado, y que algún día tratarán de obtener -si no lo han hecho ya- el apoyo de las jerarquías confesionales para las demostraciones públicas de su opción social y política.

La influencia del sector episcopal al que venimos refiriéndonos se concentra más en la actualidad en los contactos personales. Con ministros, por ejemplo. El titular de Educación, Iñigo Cavero, democristiano, ha sido visitado por jerarquías notables del episcopado, preocupadas por el sesgo constitucional que se le dé al tema de la libertad de enseñanza.

No hay cabeza visible

La insistencia con que se cita a Elías Yanes, arzobispo de Zaragoza, como exponente principal de ese sector, no concuerda con la opinión de compañeros suyos de episcopado, quienes consideran que monseñor Yanes recibe ese protagonismo simplemente porque su relevancia ha sido grande en la historia reciente de la Conferencia Episcopal y porque en la actualidad preside la comisión episcopal de enseñanza. Pero -se afirma- si bien ese sector existe. no funciona como entidad organizada ni tiene, por tanto, una cabeza visible.

Tampoco parece cierto que la influencia italiana en ese sector del episcopado sea la determinante de esta conducta de los obispos moderados. La amistad personal que jerarquías de la Iglesia italiana tienen con algunos de esos obispos democristianos no ha sido utilizada hasta ahora ni en un sentido ni en otro.

La ósmosis que se ha producido entre sectores políticos democristianos y los obispos que podrían ser llamados de esta tendencia no es peligrosa para la política, decía un destacado eclesiástico. Se trata -señalaba- de un riesgo para la Iglesia, cuya conducta debe responder a un deseo militante de reconciliar a los españoles. Si a la Iglesia católica se le da de nuevo, aunque sea parcialmente, una imagen de derechas -o de izquierdas, en otro caso hipotético- volvería a protagonizar las divisiones que en el pasado resultaron catastróficas para los españoles.

Fuentes consultadas por EL PAÍS señalan que no han sido los eclesiásticos a los que se alude los que han iniciado este proceso de ósmosis, sino que han sido ambientes políticos que hoy están adscritos al partido del poder -Unión de Centro Democrático- los que han insistido más para ganarse las simpatías de los miembros del episcopado que querían una mención expresa de la Iglesia católica en el proyecto constitucional. Esta mención, que al fin se alcanzó -y contra cuya oportunidad se pronuncian personalidades del episcopado-, fue producto de la presión ejercida en ese sentido por diputados cualificados de UCD.

El interés de UCD

A UCD, en la que ahora se está produciendo una ofensiva democristiana, le interesa que ese sector de la Iglesia se halle a su lado ante cualquier contingencia electoral, y podría tratar de capitalizar convicciones sociales y religiosas de la Iglesia, que teme una reforma sustancial de la sociedad española. Este sector podría creer en la conveniencia de aunar fuerzas con tales ambientes políticos.

Algunos eclesiásticos temen que los partidos de izquierda reaccionen con hostilidad ante determinadas defensas que sectores de la Iglesia hagan de sus convicciones más ancestrales. Otros piensan que los partidos de izquierda -Partido Socialista Obrero Español y Partido Comunista- dan muestras de que quieren llegar a un diálogo eficaz para lir las asperezas que puedan existir.

Una Iglesia libre

Las posiciones políticas de los partidos izquierdistas sobre el papel que debe ugar la Iglesia en este momento coinciden con las de los reformistas y rupturistas -estos últimos no aceptan esta definición-, con los que hemos hablado en el sector eclesial. Quieren una Iglesia libre, no contaminada por los partidos, o, en todo caso, coincidente con puntos fundamentales de diversos partidos políticos y no de uno solo. Un senador socialista hablaba de una Iglesia plural, que, entre otros, admitiera el principio de la escuela para todos. Un eclesiástico reformista habla de una Iglesia separada del poder, que renunciara a algunos de sus poderes tradicionales. No sólo hay que desconfesionalizar el Estado. Hay que privar a la Iglesia -decía este eclesiástico- del control que ha ejercido sobre la institución matrimonial y sobre la escuela. No basta con decir que no hay ningún obispo en el Parlamento para ilustrar la independencia de la Iglesia católica. Tampoco es conveniente que sectores eclesiales identifiquen el carácter nuevo que se le quiere dar a la institución matrimonial con la aparición de un desorden social que, a raíz de la concesión del divorcio, obligue al surgimiento del amor libre.

Antes que aceptar la identificación con tendencias políticas, se nos dice en ambientes católicos, episcopales o no, la Iglesia debía iniciar un diálogo interno. A partir de este diálogo tendría que surgir la flexibilidad que hiciera imposible condenas a los cristianos que se declaren socialistas, o la defensa sutil de cualquier ideología política.

Desde esos sectores católicos temerosos de una adscripción inconsciente de la Iglesia a unas determinadas siglas de partidos, se pide una Iglesia muy profética, políticamente neutral pero beligerante en favor de los derechos humanos. Una Iglesia que mantenga una conciencia crítica con respecto a la sociedad y a la propia Iglesia y su evolución. En definitiva, en contra de quienes quieren conducir a la Iglesia -desde dentro o desde fuera- al lado de una ideología, se apoya la idea de una Iglesia defensora de una nueva convivencia, preocupada por crear espacios de libertad, enfrentada a los intereses particulares para defender los derechos colectivos.

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