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Tribuna
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Resultados y circunstancias

Para quienes esperaran una alternativa sindical concreta y definida, el XXXI Congreso de la UGT ha sido un fracaso. La segunda central del país, la organización que agrupa a dos millones de trabajadores, ha clausurado su congreso sin otros resultados definidos que el conceder un nuevo mandato de dos años a su ejecutiva y otoragarle a un tiempo una gran libertad para su gestión. Las posturas de esta central ante temas tan trascendentales y presentes como los pactos de la Moncloa y la unidad sindical, continúan como antes del congreso, en el terreno de la indefinición y la ambigüedad.Las tesis de la anterior ejecutiva, eminentemente coyunturales, han sido refrendadas. Y lo han sido, por una parte, por la identificación de cinco, delegaciones (Madrid, Cataluña, Vizcaya, Sevilla y Asturias) con las líneas generales de la anterior gestión, y por otra por la falta de una alternativa entre las federaciones contestatarias. Las primeras, aun constituyendo una mínima parte del medio centenar largo de federaciones con que cuenta la UGT. a la hora de la verdad -en las votaciones cruciales- dominan el congreso y el aparato del sindicato al reunir -en función de su afiliación- la mayoría absoluta de los mandatos. Las segundas, las que con mayor Intensidad han defendido puntos contrarios a las tesis dominantes, porque no representan una disensión común e incluso en muchas ocasiones hacen cuestión ¿le amor propio problemas locales o asuntos secundarios.

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La falta de unas directrices definidas, que ciertamente se ha dado, no justifica el calificar de fracaso este congreso. Era necesario su celebración; hace dos años la UGT tenía tan sólo 10.000 afiliados. su ejecutiva había afrontado con estimable éxito un proceso electoral y el vacío jurídico- laboral y la situación precaria de las relaciones industriales en un período de cambio político y de crisis económica, tampoco hacían aconsejable que el congreso encorsetara en un estrecho marco la futura gestión de sus dirigentes, o que pidiera su remoción. Los resultados, aparentemente pobres, tal vez hayan sido los únicos posibles en estas circunstancias.

La adecuación orgánica del sindicato a la nueva realidad se ha producido, aunque no en la medida que hubiera deseado la ejecutiva saliente. La inopinada derrota por el congreso de las iniciativas presentadas para dar un mayor protagonismo a las organizaciones verticales, a las federaciones de industria, sobre las territoriales, contradice en algún sentido la negociación colectiva que el mismo sindicato propugna. Esta sí hubiera sido una transformación sustancial de haberse aprobado.

En otro aspecto, y a pesar del control del congreso por las grandes federaciones, se han producido discrepancias, debates acalorados y hasta petición pública de explicaciones por suspensiones de militantes, que han otorgado un marcado carácter democrático al sindicato ugetista.

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