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crónicas parlamentarias
Tribuna
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Nación de naciones

Manuel Vicent

Se trataba de saber si España es una esfera o un poliedro. Hubo división de opiniones. En todo caso, el concepto de patria debe de ser algo aproximadamente redondo como un bello párrafo, como una enmienda ganada o como esa pelotata en forma de bolo filosófico que los diputados de la comisión constitucional se pasaban ayer unos a otros jugando al balonvolea con las esencias. Por lo visto, Alianza Popular cree que España es una esfera y en esto coincide con Platón, que tenía de la belleza, de la unidad y del orden la idea de una bola de cristal. Algo compacto, sin fisuras, sin burbujas autonómicas.

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Todo lo que no sea una rosca alrededor de un eje es un caos. Y así, mientras los diputados de Alianza Popular, alanceando el molino de las nacionalidades, defendían la sagrada unidad de la patria con unas palabras que llenan la boca, sin duda Platón jugaba complacido al tute con los Reyes Católicos en la caverna de los mitos. En cambio, el centro, la izquierda y el texto de la ponencia piensan que España es una realidad poliédrica, con tantas caras como regiones, con tantas naciones como pueblos, que se reflejan en una lágrima de lámpara. El texto de la ponencia es presocrático.

Por lo demás, la sesión de ayer tuvo el aire de unas justas jurídico-políticas alrededor de un misterio trinitario. La patria es una y plural, múltiple e indivisible, plurinacional, unívoca, multívoca y equivoca. Hubo gustos para todos. El presidente de la mesa, en gracia a la importancia del tema, excitó el celo oratorio de la reunión concediendo a pares los turnos a favor y en contra, de manera que los comisionados se lanzaron en picado sobre este artículo segundo de la Constitución que es un modelo de consenso barroco entre la izquierda y el centro. Este ha aceptado la palabra nacionalidad y aquélla ha regalado los adjetivos indivisible e indisoluble para remachar el clavo de la unidad de la patria común de todos los españoles.

Este intercambio de presentes no ha gustado al señor Letamendía, que a la mínima ocasión se empeña en explicar la historia del pueblo vasco, ni al grupo de Alianza Popular que ve en esa palabra nacionalidad una escapatoria, un principio de desintegración del Estado. Y en eso ha consistido el grueso del debate.

Los de Alianza Popular se pasaban el testigo para repetir una y otra vez los mismo conceptos, con una reiteración inútil. Una lucha entre la suspicacia y los negros augurios de Licinio de la Fuente, Carro, Jarabo, Payá y Fernández de la Mora, armados con espada toledana y el discurso conciliador de Arias-Salgado, el análisis marxista de Solé-Turá, las disquisiciones sutiles de Roca Junyent. Entre la idea del terruño del señor Carro, que tiene de la nacionalidad una aspiración recreativo-cultural, y el agreste independentismo de Letamendía, ayer el concepto de España se puso a hervir en la comisión. España es una nación de naciones, esa fue la última palabra. De naciones sin estado, pero con derecho a autonomía. Eso fue que salió del horno.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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