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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paso atrás en Namibia

LAS OPERACIONES militares de las tropas surafricanas en territorio angoleño, el pasado día 4, dificultan gravemente los esfuerzos desplegados desde hace un año para lograr un acuerdo negociado que conduzca a la independencia de Namibia. Sin embargo,'esta nueva manifestación del «derecho de persecución» ha ocasionado algo seguramente no querido por el Gobierno de Pretoria: la unanimidad en la condena de la operación militar.El sábado pasado la actitud surafricana fue rechazada por el Consejo de Seguridad sin ningún voto en contra. Los términos de la decisión del Consejo de Seguridad no admiten interpretaciones favorables. En la resolución se pide la inmediata e incondicional retirada de las tropas surafricanas de Angola, y se prevé la utilización de nuevas medidas en el caso de que la potencia invasora se niegue a obedecer. Por lo demás, la censura ha sido clara en las manifestaciones de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Alemania Federal y Canadá, cuyos representantes habían llegado a cierto acuerdo de negociación con la Unión Surafrícana sobre Namibia. Pero el SWAPO -el movimiento de liberación de Namibia- ha rechazado la continuación de estas reuniones, por lo que el progreso laboriosamente alcanzado hasta ahora se ha derrumbado bruscamente.

Resta saber cuál será la actitud futura de la República Surafricana y del SWAPO, considerado como el grupo de más legitimidad como interlocutor en la concesión de la independencia al territorio. Este, retenído por la Unión Surafricana abusivamente, con rechazo flagrante de las resoluciones y dictámenes de los órganos de las Naciones Unidas, puede convertirse, tras los últimos hechos, en cuna de todos los extremismos posibles, en pieza desestabilizadora de todo el cono surafricano.

Es sabido que este tipo de intervenciones militares para desalojar enemigos en territorio extranjero, no solamente se amparan difícilmente en el Derecho Internacional; también tienen el grave riesgo de producir una escalada, difícilmente parable, de esfuerzos militares. Realizada una operación punitiva es más fácil la justificación de la siguiente, y mal se ve el futuro de la descolonización pacífica de Namibia con una Unión Surafricana progresivamente crispada con los problemas de su política interior, y un SWAPO gravemente irritado por las pérdidas sufridas a manos de los soldados de Pretoria.

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Según el Gobierno de Luanda la operación habría ocasionado más de seiscientos muertos en los campos de refugiados de Namibia instalados en territorio angoleño. Por parte de Pretoria se ha reconocido oficialmente, también, que la intervención habría ocasionado un elevado número de muertos. Otras informaciones procedentes de Luanda dan cuenta del grado de terror que reina entre los refugiados cuya situación, en cierto modo, recuerda las producidas en Palestina; confusión entre guerrilleros y refugiados, intervenciones armadas en zonas fronterizas, uso y abuso del derecho de persecución...

Ocurre que la Unión Surafricana sigue considerando Namibia no ya como terreno que le pertenece, sino corno base militar necesaria para asegurar la metrópoli frente a una nación, Angola, cuyo signo político tras la independencia, parece convertirla en un peligroso vecino. La intervención en el área fronteriza sí se pone en relación con otras informaciones, más o menos fiables, sobre las maniobras de los soldados cubanos en el Cono Sur, con los problemas de la participación negra en el Gobierno de Rodesia, etcétera, oscurecen notablemente las perspectivas de arreglo pacífico, de arreglo para todos. Un arreglo que sólo podría ser viable siempre que se renuncie a la guerra como instrumento de la política, se supriman los últimos restos de colonialismo y se dé acceso a la población negra al Gobierno.

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