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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Picasso, Miró, Chillida y un cronista de Madrid

La capacidad humana para que darse atónito ante la espesa incultura de algún cronista municipal a veces se ve desbordada. Es cierto que en estos últimos cuarenta años se han visto muchas cosas. Pero que el señor Sainz de Robles y Correa, cronista oficial de la villa de Madrid, se permita afirmar que «la sirena varada de Chillida, ni es va rada, ni es sirena, ni es escultura; es una m...», en declaraciones a Efe, recogidas en este periódico, además de ser simplemente una grosería, es un erupto de ignorancia acerca del arte actual, como para caerse de espaldas. Bien es verdad que no hace con ello sino solidarizarse con los últimos alcaldes franquistas, Arias Navarro, García Lomas y Arespacochaga: estos desterraron de Madrid a la sirena de Chillida, quizá por una confusa intuición, visceral, al en tenderla como un símbolo de la libertad que venía y que habría de barrerles. Las opiniones del señor Sainz de Robles y Correa no tienen, obviamente, el menor peso, como se confirma con sus posteriores anatemas contra Miró y Picasso, Refiriéndose a que Miró ponía como condición para donar una escultura suya a Madrid el que se instalara la de Chillida, decía el cronista oficial de la villa: «Si no traemos la obra de Chillida, nos libramos de paso de Miró. Porque el nuestro es un país de papanatas, en donde nadie se atreve a decir algo tan ele mental que un pintor genial como Picasso ha hecho también muchas tonterías. Entre ellas el Guernica, que, por mí, pueden quedárselo los americanos.» Menos mal que no propone rociarlo con ácido, como hicieron los fascistas que asaltaron una exposición de grabados picassianos de la galería Theo no hace tanto, y que nos costó quedarnos sin el legado Picasso. Siempre las viejas obsesiones obnubilando la objetividad crítica y una apreciación seria de los valores artísticos y culturales. Nos encontramos, por citar palabras de Javier Herreno, acerca del padre Vélez, más conocido como el «filósofo Rancio», ante «esa actitud clásica de ignorancia combinada con terrible emotividad agresiva, que constituye la esencia misma del pensamiento reaccionario español, de esa ciega irracionalidad».

Las declaraciones del cronista oficial de la villa de Madrid no tienen, por supuesto, más interés que el de síntoma de los espasmos y estremecimientos con que se hunde toda una época nefasta de nuestra reciente historia. Porque, por supuesto, la sirena de Chillida, como el Guernica de Picasso o la obra de Míró, están más allá de semejantes opiniones precipitadas.

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