_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Magnitudes

Anoche he estado en el estreno de una especie de cosa que ha montado Marisa Medina con su marido y más gente. Es algo así como un Flowers manchego con sublimaciones críticas del flecha o cadete falangista de postguerra o de ahora mismo. Un espectáculo, como todos los que se montan hoy en este Madrid de Corte a teta, basado en las magnitudes del desnudo masculino, en las masculinas magnitudes, pues, por rara y misteriosa decisión de don Pío Cabanillas (a quien el genial Eduardo Blanco-Amor, recién llegado a Madrid, me dice que viene a, destruir políticamente), por rara decisión de Cabanillas, digo, las magnitudes genirourinarias masculinas, que han traspasado ya todas las candilejas de los teatros madrileños, no traspasan aún el leve himen de celulosa de los semanarios. O O sea, que la señora que quiera aprender anatomía masculina, tiene que ir al teatro.Me parece una discriminación, porque el teatro está hoy en Madrid a quinientas pesetas la butaca, más el café que te tomas en el entreacto, en tanto que, por los diez duros o los veinte de cualquier revista del ramo, nos prodiga la democracia ambiente una variada mejillonera o marisquería de intimidades femeninas a varias tintas de calamar. Seguimos siendo una sociedad machista, aunque hayan quitado o vayan a quitar la cosa esa de Protección a la Mujer, porque verle a una señorita el final del proceso renal o reproductor cuesta cuatro perras, mientras que verle a un caballero los mismos finales y procesos cuesta medio verde o un verde completo, si va uno con la legítima, como debe ser, y que al fin y al cabo es la que mayormente va a amortizar el precio mediante la comprobación visual de que, como ya dijeran Rilke, Guillén y otros líricos, todas las rosas son la misma rosa, y visto un señor, vistos todos.

¿Por qué, en el actual mercado pornodemocrático, están más caros los desnudos masculinos que los femeninos, en una proporción del quinientos por cien? Mirar señoritas hoy no cuesta nada, que hasta vienen en las portadas de las revistas y las cuelgan de los quioscos, pero la charcutería masculina está más o menos como la merluza, más allá de cualquier pegatina púdica de precio estable.

De modo que sólo puede ver hombres-hombres la burguesa, la acaudalada, la marquesona, la rica por su casa, la de siempre, la que antes veía surrealismos achampanados de Casona y, antes, adulterios con brasero de Benavente.

La obrera, la marginada, la mujer del suburbio, la vallecana, la de pañuelo negro a la cabeza, ésa sigue sin vislumbrar otro macho que el propio, que además viene molido de la obra y se acuesta sin quitarse la pana. La predemocracia transicional de Suárez ha democratizado el desnudo integral femenino, cosa que le agradecemos al presi, relativamente, pues uno aspira a que le quieran por sí mismo y no por el precio de la revista. Pero en cambio parece que el sexo, masculino sigue siendo artículo de lujo, cosa de arte y ensayo, como si tuviera más misterio y sacralidad. Está claro, en el fondo, que somos una sociedad falocrática, que seguimos teniendo consagrada la virilidad y que en el pudor que prohibe los desnudos de un actor en una revista, actúa el pudor de un ministro, o de todo el Gabinete, ante su propio desnudo en el armario de luna de¡ Ministerio, si es que los ministerios tienen armario de luna, que no he estado nunca.

Toda esta aburrida fiesta de los desnudos con purpurina y sin imaginación (la purpurina es la fantasía de los tontos), toda esta democracia urológica que estamos disfrutando /padeciendo, se revela grotesca, machista, paulina y reaccionaria como es en la vulgarización de las secretas anatomías femeninas y en la sacralización, por contraste, de las magnitudes masculinas, sólo exhibibles, con liturgia priápica, en los templos horteras de la cartelera madrileña.

Las aventuras urológicas femeninas me las busco yo, y las masculinas me traen sin cuidado,, pero en la sacralización por los gobernantes de los caracteres sexuales primarios masculinos, adivino la autosacralización autorrepresiva e inhibida de los propios gobernantes o algunos de ellos que, como han asumido aún su sexualidad con todas las consecuencias y libertades, no soportan la del actor o modelo masculino con lentejuelas. Cuarenta años velando el misterio de la mujer, y ahora resulta que lo que tiene misterio es el hombre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_