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También esta semana

La exposición de Francis Bacon sigue desatando admiraciones sin cuento en las salas de la Fundación Juan March. No es, sin embargo, la rareza -según advirtiera en su tiempo Francisco de Rojas- la madre de este común admirar y admirarse, como tampoco cabe achacar a una suerte de mitificación popular (cual sucedió con la de Picasso) la masiva y diaria concurrencia. La exclamación ritual (¡Oh, ah, qué maravilla...!) brota, más bien, de ciertos sectores de la clase, de labios de una sociedad al día, que corre a verificar en los esperpénticos antropoides de Bacon el efecto saludable de sus propias experiencias psicoanalíticas, en vez de atender a los estrictos valores pictóricos que caracterizan al singular pintor irlandés. Consciente, sin duda, de ello, Bacon se levanta cada mañana dispuesto a reiterar escenas, estampas y argumentos que se sabe de memoria. Oleos, los suyos, adobados con pastel, cuidadosamente acristalados, victorianamente enmarcados y magistralmente expuestos como síntoma del gusto de la época y espejo veraz de un delicioso decadentismo.Con harta más pena que gloria se cumplió, el pasado día 16, el 150 aniversario de la muerte de Francisco de Goya. Ni un sólo acto oficial (¡sería derroche depositar un ramo de flores sobre su tumba, en San Antonio de la Florida!) vino a dar fe de reconocimiento o simple memoria. Menos mal que la Biblioteca Nacional nos prepara, por vía de reparación o elemental congruencia histórica, una gran exposición antológica, con la práctica totalidad de su obra gráfica, incluidos los dibujos originales que en dicha institución se custodian. Próxima a inaugurarse (el próximo día 2, concretamente), la exposición conmemorativa, si cuantitativamente encomiable, mucho más lo es desde una consideración cualitativa, dada la variedad y riqueza de pruebas de estado que de la obra gráfica de Goya conserva la Biblioteca Nacional y ahora le es dado admirar al público madrileño.

El escritor y crítico de arte Raúl Chávarri va a iniciar, el próximo martes, algo así como el maratón de la oratoria. A contar de tal día, y con la intermitencia de martes y jueves sucesivos, es su propósito dictar un ciclo de once conferencias, bajo el título general Perspectivas del arte contemporáneo. Tendrá lugar el ciclo en los salones del Centro Propac (Casado del Alisal, 5), y se verán ilustradas las charlas con casi un millar de diapositivas que reflejan el desarrollo del arte de nuestro tiempo en un lapso de poco más de cien años, desde la experiencia impresionista hasta las novísimas tendencias (arte conceptual, arte pobre, arte de sistemas..., y otros apartados en que entran en juego factores tecnológicos y los tan traídos y llevados mass media). La idea central de curso es sembrar conciencia en tomo al mundo estéticamente contradictorio en que vivimos.

En la galería Ponce (plaza Mayor, 23) presenta sus últimas creaciones Marcel Martí. Desde sus primeros balbuceos escultóricos (allá, a comienzos de los años cincuenta, y con el inevitable influjo que ejerciera, entre otros y sobre otros, Marino Marini) hasta los días en curso, ha venido Marcel Martí dando prueba y suficiencia de un ininterrumpido, obstinado y buen hacer. Es nuestro escultor de esos que lo fían todo a la llamada de la experiencia interior y dan por concluida aquella obra que se muestra bien hecha, sabedores, sin duda, de que una obra bien hecha es ya una buena acción, en el campo de la estética y en el de la ética.

La galería Rayuela (Claudio Coello, 19) conmemora el tercer aniversario de la revista Guadalimar, de la que es editora y animadora, con una exposición colectiva de aquellos artistas que fueron divulgados en su habitual dossier mensual: Cuixart, Saura, Sempere, García-Ochoa, Brinkmann, Le Parc, Barjola, Canogar, Gordillo, Vostell, Mensa, Tápies, Peinado, Quetglas, Pelayo, Navascués, Chillida, Lucio Muñoz, Ponc, Jardiel, Zóbel, Sassu y Fraile.

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