Los periódicos
Parece que se venden menos periódicos. Para mí, el enemigo está en casa y es la televisión, como diría Vázquez Montalbán. Me habla Pío Cabanillas de sus grandes campañas culturales sin dinero. Y le digo ahora lo que no le dije el otro día personalmente: la cultura del hombre empieza en la escuela primaria, pero la cultural del hombre de la calle empieza en el periódico, y no basta con que los periódicos ya sean libres, sino que habría que ayudar para que no sean caros. El periódico necesita una libertad cotidiana, no una libertad heroica. El Gobierno está volcado en la televisión. Tiene abandonada incluso su prensa gubernamental.El otro día, en un cóctel de La Zarzuela, me preguntaba doña Sofía por qué se venden menos periódicos, e improvisé para ella complicadas explicaciones técnicas, pero la verdad es que nuestra democracia empresarial y televisiva no favorece nada la lectura de diarios. Me dice Ricardo de la Cierva:
-Cuando empezaste con el Diario de un snob había apuestas sobre si lo ibas a sostener dos meses o tres. La columna parecía insostenible.
He reflexionado sobre el dato, no porque yo sea chivo emisario de esta cuestión, sino por la cuestión misma. Quiere decirse que hay en la sociedad española una como hostilidad hacia lo que se pretende nuevo o innovado. Cuando Juan Ramón rompió con la poesía sentenciosa de Campoamor y la poesía declamatoria de Núñez de Arce, a principios de siglo, el Madrid Cómico le llamaba Juanito Jiménez. A mí todos los días me traen chismes sobre este periódico en el que escribo:
-Oye, que eso va fatal, que hay crisis interna, que Juan Luis se va a dirigir El Eco de Ceuta.
Y así. No saben que mi único pacto secreto con la empresa es Pepe Blanco, el motorista que viene a por las crónicas y a veces me lleva en su vespa vieja y loca a hacer recados urgentes. Mientras se habla de libertad de prensa, han retirado de los quioscos el primer número de Penthouse en castellano. La madre de Miriam de Maeztu quiere contarnos algunas cosas, a Marsillach y a mí, sobre su hija y el caso Els Joglars. Como digo, estamos haciendo de la democracia no una forma de vida cotidiana, sino una jimkana en la que todos los días hay que pegársela en la moto del artículo, el periódico, la comedia o la pintada. Ya hasta se la juega Martín Villa en las bodas.
Me lo dicen todos los días en los cócteles:
-¿Y usted, por qué escribe tantos artículos?
Si soy articulista, escribo artículos. Hago artículos. ¿Qué quieren que haga: bragueros para herniados? Hay en la vida española como una reticencia a que las cosas marchen. Todavía el sacar un periódico diario es como un milagro de panadería del alba. Todavía un periódico es como un arcángel madrugador con alas de celulosa manuscrita. El papel para hacer alas de periódicos esta cada día más caro, el Estado convierte en anunciante, a través de la tele, y copa toda la publicidad del mercado: con el dinero de esa publicidad financia la difusión en seiscientas no sé cuántas líneas y varios colorines de una filosofía conformista y una estética del optimismo dominguero. Por eso no se venden más periódicos, Majestad.
Los científicos dicen que la televisión es peor para la salud que la energía nuclear. No me ha extrañado nada saberlo. Siendo mala para el alma, no podía ser buena para el cuerpo. La gente acaba acostumbrándose al conformismo televisivo, conformándose con el conformismo, y compra menos periódicos, que encima de que son caros hay que leerlos. No se puede emprender revoluciones y guerras culturales de los cien años, señor Cabanillas, cuando la empresa pública y privada, la televisión y los amiguetes están disparando a diario, dsede sus cotos ambientados, contra el pato azulón y salvaje de la libertad.
«Es que han utilizado ustedes la libertad para hacer sensacionalismo, amarillismo y, desvergüenza», me dice mi amigo el ultra. Pero lo que pasa es que hay una prensa exasperada, asfixiada, que recurre a eso por vender.
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