Tábano, en el Martín
Bertolt Brecht no quiso estrenar, al parecer, Schweyken, la segunda guerra mundial o, al menos, no quiso que la representase el Berliner. Tampoco dio, que yo sepa, ninguna explicación del caso. La había escrito al final de una de sus grandes épocas de trabajo, en California, utilizando al personaje protagonista de una novela de Jaroslav Hasek, ya servida por Piscator en una celebérrima adaptación. Brecht la mejora, realmente, agregando malicia al personaje y articulando una comicidad progresiva que adquiere eficacia teatral extraordinaria.Tábano ha profundizado en los efectos cómicos, especialmente en dos campos: el clasismo y el choque entre fuerza bruta y astucia. Se trata de una versión pobre -lejanísima del alarde escenográfico de Giorgio Strehler-, pero inteligente. Un poco desequilibrada a favor del personaje central, pero esa economía parece inevitable dadas las limitaciones del grupo. La vivacidad del ritmo, la alegría y color de movimientos y composiciones se enlazan con los trabajos habituales de Tábano. Hay un fallo musical por la debilidad sonora del conjunto y la pobreza literaria de las letras. Pero hay, en cambio, una compensación latina, un calor humano, que tratan de acercar la historia, ya lejana y debilitada en sus mordeduras. Entre Piscator y Brecht, Tábano casi se decide por Piscator. Tiene razónporque el esperpento está más cerca de nosotros que las glacialidades distanciadoras.
Estos esfuerzos de Tábano tienen, además, hace tiempo, un carácter recuperador de la alegría teatral, que es muy importante aquí y ahora. Nuestra vida teatral no es tan buena como para soportar la pedantería que suele acompañar a, cualquier planteamiento. Está bien que Tábano rebaje el abrumador voluntarismo, la irritante pedagogía, la infinita tristeza de tantos montajes seudopolíticos. Schweyk en la segunda guerra mundial no es uno de los grandes textos de Brecht. Un énfasis abrumador lo habría hecho remoto e insoportable. La discreción de Tábano sitúa al texto en su sitio: un recordatorio alegre de que luchar contra el fascismo es luchar por la libertad y que esa libertad es siempre una diana apetecible y sonriente.
Babelia
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