Los muertos, contra Paco Ordóñez
Esto no es la guerra de las galaxias, pero Francisco Fernández Ordóñez, ministro de la cosa, va a tener que realizar unos encuentros en la tercera fase con los grandes muertos nacionales, que se niegan a pagar el impuesto sucesorio.-El impuesto de sucesiones es una guillotina -le oí decir a don Gabriel de Usera en el Siglo XXI (que es un club con nombre del más allá).
Don Gabriel de Usera no es el jefe de los muertos, sino el presidente de unos reaseguros, o sea, la máxima autoridad que aceptan los muertos aquí en la tierra y, por supuesto, su representante en asuntos económicos y fiscales, algo así como el albaceas universal de todas las herencias decentes, que son las que comprenden más de cuatro sillas de comedor y el guardapelo de la abuelita.
Hablando ya abiertamente en nombre de los muertos, que es como cuando Cantarero hablaba en nombre de los flechas, o sea una ficción, don Gabriel dijo:
-El impuesto sobre el patrimonio ahuyenta el ahorro.
Le llaman ahorro, pudendamente, a las grandes aglomeraciones de capital en pocas manos. Ahorro es una inocente palabra filantrópica que ha escondido en su hucha de barro, en su cerdito de porcelana, mucha mentira nacional, y tú lo sabes, Paco Ordóñez. Pues claro que el impuesto ahuyenta el ahorro, y de eso se trata, de que el dinero vuele de unas manos a otras, que hacinado en los silos del paleocapitalismo se lo come la langosta.
Pero lo que a ti te está pasando, querido y admirado Fernández Ordóñez, es que no es normal, tienes más delito que el pupas, cheli porque aquí a los ministros de Hacienda siempre se les habían rebelado los vivos, pero a ti se te están rebelando hasta los muertos, dentro de sus grandes panteones familiares, o sea que no quieren pagar impuestos por dejarle la herencia a los deudos y sucesores, que se dice en el comercio.
Eres ya covo Don Juan, Paco, no sólo porque gustes al mujerío, que para eso llevas nombre y apellido de torero antiguo, sino porque tienes a todos los muertos enfrente, y mala cosa es esa, ministro, amor. También se ha dicho en el club ese, como sabes, que los redactores del impuesto de sucesiones (unos socialistas) pretendían acabar con el patrimonio. No tienes nada que hacer, querido Ordóñez, porque lo más vivo de España, o sea las llamadas fuerzas vivas, son siempre los muertos, que ésos sí que son poderes fácticos.
A Don Juan, tan español, se le acaban los ligues y las hosterías cuando los muertos dicen «basta». Siempre ha pasado igual en la Historia de España. Cada bogotazo, isabelazo o asonada de nuestra Historia es un ponerse en pie de la tierra y los muertos maurrasianos, que por algo don Charles tiene una calle en Madrid, precisamente en la que ejerce su ilustrada industria el abrecoches y reparte su floral propuesta la gitana canastera.
Aquí se lleva el gato constitucional al agua el que convoca a los muertos a tiempo, y si no mira Franco, o los últimos y más encendidos discursos victoriosos. La izquierda apela retóricamente al mundo futuro de nuestros hijos y la derecha apela siempre a los muertos. Somos una nación egipcio-vertical y don Gabriel de Usera, en la mejor tradición de la muerte militante española -viva la muerte-, ha dicho que los muertos que vos matáis fiscalmente, Paco, gozan de buena salud.
Ve con cuidado, Paco, amor, que aquí lo malo no es enfrentarse con los vivos, sino con los muertos, y desde Don Juan Tenorio hasta don Manuel Azaña, el español bizarro es derrotado por la llamada a filas de los muertos, antes que de los contemporáneos. Hace veinte años estaba yo en León en dura polémica con la Sección Femenina, el periódico del Movimiento y el alcalde franquista. Todo lo ventilé bien hasta que alguien me acusó de haber faltado a los muertos leoneses. Ya habían alistado a los muertos contra mí y entonces comprendí que había que irse. Fue la noche en que llegué al Café Gijón. A los vivos ya te los sabes, Paco, pero gran cuidado con los muertos. Y aquí, fiscalmente, ya sabes que han estado todos callados como muertos.
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