Nueva obra de Luis de Pablo

Un estreno de Luis de Pablo es siempre importante. No en vano es uno de los compositores que nos representan en el mundo y añaden al general panorama de la música actual europea matices específicamente españoles. Sucede que, al haber caducado las prácticas nacionalistas, la especificidad ha de venir del carácter. Es decir, sin buscarla, como consecuencia lógica de la personalidad de cada compositor. Pero es evidente que ni habla, ni suena de la misma manera de Luis de Pablo que cualquiera de sus coetáneos alemanes, italianos o de cualquier otra nacionalidad.El último ejemplo demostrativo lo tenemos en Bajo el Sol, la obra que, por encargo de la XVII Semana de Música Religiosa, acaba de estrenarse en Cuenca. Escrita para 49 voces mixtas (siete sopranos primeras, siete segundas, seis contraltos primeras y otras tantas segundas; siete tenores primeros, seis segundos y diez bajos; también divididos en dos grupos a partes iguales) toma como punto de partida textos del Eclesiastés, Guzmán de Alfarache y Lord Byron, tipo de mixturas culturales que gustan a De Pablo y que, por otra parte, sirven elementos fonéticos de distinta sonoridad. Pues no se trata de entender el texto, sino de articular los sonidos sobre varias y determinadas estructuras linguísticas que coadyuvan a la obtención de una gran diversidad de sonidos vocales. A veces, en recitado, la palabra cobra cierta autonomía, pero yo diría que, hasta en esos casos, todo funciona sobre premisas meramente musicales. Eugenio Montale ha escrito sobre este problema de las, diversas formas de hermanar palabra y música y aún cuando él, por razones obvias, se quede al margen de los procedimientos más actuales no deja de intuir con agudeza las razones que mueven a compositores, como Luis de Pablo, a hacer un uso de la palabra que prescinde de la posible comprensión. De todos modos, elegir determinados textos ya significa algo. También diría que para Luis, las palabras seleccionadas suponen, entre otras cosas, una hipótesis de trabajo, una cuestión en cierto modo interna del compositor. El público se enfrenta con los resultados. ¿Cuáles son estos?

Para mí, Bajo el sol enlaza, lejana y profundamente, con nuestros polifonistas. Tiene de ellos un sentido musical dialéctico y otro plástico, humano y coloreado: imaginero, en una palabra. Lo que en el pasado fue polifonía contrapuntística, en Luis es heterofonía, pero respetando la conducción lineal e independiente de las voces. Más que respetando, llevándola a márgenes de extraordinaria independencia, tanto que a veces recibimos una impresion espacial cuya tensión y límites están mantenidos por largas notas sobre las cuales las demás voces trenzan gran diversidad de acontecimientos sonoros. A diferencia de lo que otros hacen -incluso el mismo De Pablo en otras obras- el concepto de momentaneidad se integra en el de continuidad, favorecida por la inteligente disposición de la dinámica. El contraste de colores y de gestos se provoca por el tipo de los diseños, por las formas de ataque-afinado, glisando, parlato, hablado-cantado, gritado, etcétera- y por las soluciones armónicas que alternan dentro de la gama más extensa: la que va del acorde perfecto al grito o, lo que es más frecuente, a la rica combinación de los más contrastados procedimientos. Una vez más, Luis de Pablo ha sorprendido. Como corresponde a su madurez, las sorpresas del Luis de Pablo de hoy son de fondo, de concepto y se advierte cómo la prosodía es algo resultante, el hallazgo natural de cómo ha de decirse lo que, con seguridad, se quiere decir. Siempre fue el compositor bilbaíno un enamorado de la polifonía española y no es la primera vez que ensaya sus soluciones. Acaso es nuevo que el ensayo es completamente original ya que anteriormente manipuló pentagramas de Victoria, por ejemplo. Pienso que, aparte su belleza, aquellas transfiguraciones tenían para Luis el valor inconsciente de ensayar los caminos para su propia polifonía española. Que ésto es Bajo el Sol, una espléndida muestra polifónica de nuestros días que, en sustancia, acepta la herencia más válida que nuestros músicos legaron.

El Coro de la Agrupación Española de Cámara, preparado por Pascual Ortega y dirigido por Odón Alonso, consiguió una versión clara y fiel de la obra estrenada, lo que pudo comprobarse con nitidez en la transmisión radiofónica diferida.