_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El fuego

El fuego, el fuego en el Pazo. Han corrido, han ardido las hipótesis, ¿quién ha incendiado el Pazo? Pero toda explicación, real o ficticia, será una verdad mezquina a la luz del fuego, a la luz de esa verdad airada e inexplicable que es el fuego. Todos hemos visto, para nuestro bien y para nuestro mal, las imágenes atroces y entresoñadas de cuarenta años, el fuego barroquizando el barroquismo ya dormido de una dictadura. Y hemos sufrido.El fuego, el fuego en el Pazo. Comprendo que es urgencia llameante de periodistas y policías averiguar el qué, el por qué, cómo, el cómo ese fuego, pero yo no quiero saber la verdad -que seguramente es una verdad azarosa y mediocre-, porque me quedo hoy con el símbolo, con la ética y la estética del fuego, que viene a poner una apoteosis de oro indignado al oro de los estofados y las sillerías. Hubo como una decepción de la Historia, para los eternos descontentos, cuando la dictadura se terminó a sí misma, tan callando, y ahora tienen aquí, ya incruento, el, fuego eterno que soñaban.

Qué espectáculo este espectáculo del fuego. Qué lenguaje el lenguaje del fuego. De qué valen fascículos, memorias, tratados del franquismo, todo lo que se escribe cada día. Más elocuente que todo, más informativo, es el incendio del Pazo, esa catástrofe en la que cruza, fantasma en camisón, la memoria de doña Emilia, esa hoguera grandiosa en la noche gallega, el resplandor de la hoguera que ya viera Valle, el resplandor de la Historia ardiendo al fin.

Cómo quema ese fuego, cómo nos quema a todos, como una injusta justicia justiciera. Cómo se toma siempre la justicia por su mano, el fuego, en una noche de ira que los españoles no tuvimos, afortunadamente, porque los españoles ya no somos pirómanos con nadie. La revolución que no se ha hecho, la hace el fuego simbólico y maldito, como un pensamiento colectivo que debemos negarnos.

No hay derecho. No era ésta nuestra apoteosis, no queríamos ser más un pueblo de pastores incendiarios. Temo a la verdad de ese fuego, por si es una verdad alevosa, por si es una mentira o un azar, por si es una verdad demasiado hermosa o demasiado simple. Prefiero ver la mano del azar y el instinto simétrico del tiempo cumpliendo una apoteosis a la que todos hemos renunciado.

Es un símbolo ese fuego, es un altar, un ara, es un recamado de fuego que le pone la nada a la ausencia del muerto. Un último derroche, un lujo, un estrambote de oro con el que no contábamos para la historia escrita del franquismo. Me horroriza ese fuego, que es como nacido del ansia llameante de los muertos. Yo no quiero ese fuego, no lo quiero porque viene a quemarnos a nosotros. ¿Seremos incendiarios para siempre?

La soga en casa del ahorcado, el cuchillo en casa del herrero, el fuego en casa del guerrero. Siendo un fuego casual o provocado, viene a expresar y resumir la violencia callada de mil años. Puños de llama llameando, llamando sobre puertas asordadas, lenguas de fuego hablándole a los cuadros y a los santos, un Guernica casual, tribal, final, un contra Guernica inexplicable.

Simetría de la Historia, secreto de ese fuego que ya nadie quería, innecesario fuego represado que ha abierto sus esclusas, que en algún sitio ardía, soterrado. Ya no queríamos tanto, esa devastación, esa venganza, el recital del fuego entre consolas, las fotos que hemos visto, las camas y las sillas, fuego que llega tarde, fuego y oro, inundación de un agua roja y loca.

El fuego, el fuego en el Pazo. Un ex-libris de llamas. Una cruel decisión que toma el tiempo. La lección de ese fuego es que no lo queríamos. Que estábamos empezando a olvidar, los españoles. Que nos quema ese fuego, ¿improvocado? Pura interrogación es siempre el fuego.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_