Homenaje a Francesc Gimeno
Homenaje a Francesc Gimeno
Museo de Arte Moderno.
Barcelona
Dentro de los actos conmemorativos del cincuentenario de la muerte del gran pintor y dibujante Francesc Gimeno i Arasa (Tortosa, 1858-Barcelona, 1927), el Museo de Arte Moderno de Barcelona -que ocupa el mismo edificio del Parlamento de Cataluña-, el Ayuntamiento y la Junta de Museos de la ciudad han decidido organizar una exposición homenaje compuesta por veintidós óleos y 42 dibujos
Francesc Gimeno, el pintor projletario, el humilde y notable artista que es considerado por muchos como un prenonelliano, tampoco ha tenido suerte en este aniversario. Algunas galerías y algunas revistas han evocado de modo discreto la efemérides y, justo cuando acabamos de trasponer el año del cincuentenario de su muerte, las instituciones municipales, con el retraso consuetudinario, nos recuerdan que de algún modo también desean celebrar el que había de ser «Año Gimeno».
El retraso no resta mérito al esfuerzo acometido por el equipo de trabajo del Museo de Arte Moderno. Lejos de triunfalismos inoperantes y costosos, tan efímeros como las exposiciones, el Museo ha querido dar perennidad a su trabajo y a su labor, organizando esta muestra y publicando una pequeña monografía en la que cataloga en edición bilingüe catalano-castellana la totalidad de las pinturas y dibujos que obran en su poder, reproduce cada uno de ellos e incluye una detallada biografia y extensos índices bibliográficos y hemerográficos. Por fin podremos saber cuántos gimenos hay en el Museo.
Francesc Gimeno es un auténtico producto de su tiempo. Hijo de un constructor de carros del bajo Ebro, nació en la misma capital tortosina. Precoz en su inclinación por el arte y dotado de un talento particular, sus familiares le iniciaron pronto en el mundo de la pintura y el dibujo, aunque tuvo que ganarse la vida como pintor de brocha gorda. Con méritos y facultades suficientes para ser un artista popular, incluso teniendo relaciones con el mundo del coleccionismo y las galerías, renunció voluntaria y radicalmente a todo mecenazgo o protección exterior. Se sentía un hombre libre, un menestral visceral, un artista marginado. Jamás se dejó doblegar ni claudicó en sus principios. Su concepción de la vida era fruto de su humilde origen y de las influencias intelectuales y políticas de su juventud, que tanto le hacían ser un lector entusiasta de la Biblia como un convencido anarco-sindicalista. Vivió en la más estricta sobriedad, trabajó con los materiales más pobres y fue un desconocido del público.
Tres son las etapas que podemos descubrir en su trayectoria artística. La de Tortosa, academizante y primeriza, influenciada por las escenas de Millet y las litografías decimonónicas, la posterior a su regreso a Madrid, enormemente preocupada por el paisaje y la factura clásica, y la de madurez, vigorosa y densa.
El escritor Josep Plá, que le conoció en vida y le trató personalmente, nos presenta en uno de sus Homenots una de las semblanzas más patéticamente reales de este arrogante y humilde pintor, donde podemos comprender su deliberada voluntad de ser y sentirse proletario.
Babelia
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