Tres pesetas
Siempre que suben los periódicos hago un artículo prometiendo que yo voy a subir también la calidad. Lo hago para tener contento al director, y sobre todo para tenerles contentos a ustedes.Les prometo que a partir de ahora voy a darles tres pesetas más de libertad, de rabia, de locura, de metáforas, de argot, de democracia y de desmadre. Hemos subido tres pesetas (también me han subido a mí, que compro el periódico al quiosquero todas las mañanas), y uno se siente en la obligación profesional de subir tres pesetas en la calité, uno se siente estimulado por esas tres pesetas como por tres optalidones rosados y explosivos, que es lo que tomo yo para que no decaiga. Porque, como bien ha dicho nuestro señorito en este periódico, o sea Juan Luis Cebrián, estas tres pesetas nos la sube el Gobierno, más o menos, que no tiene una prensa que funcione y quiere confinar y confiar el país entero al reducto analfabeto de la televisión.
Hoy almuerzo con Rafael Ansón, por cierto, y voy a reñirle un poco a propósito del tema. El conde de Lavern (apócrifo) que ya cree que me tiene en el saco, dice:
-A ver cuándo escribes algo bonito del Rey.
Lo que le voy a escribir yo al Rey es para decirle una cosa que ya sabe: que la democracia necesita periódicos, que la monarquía necesita periódicos, que los modernos monarcas demócratas, como lo es él, tienen una corona de papel de periódico, más y mejor que de oro (y Juan Carlos lo ha entendido así al no ponerse nunca corona). Pero UCD, como no consigue vender su papel impreso ni con Isabel Tenaille (vestida) en portada, nos está ahogando económicamente a los que vamos por libre, a pie y a nuestro aire. ¿Por qué no probáis, chelis, con Isabel Tenaille desnuda? Demasié too much.
Aquí y así se demuestra que la democracia formal no es nada dentro de la dictadura económica. Antes teníamos liberalismo económico y dictadura política y nos iba aproximadamente lo mismo. Bruguera me envía un manuscrito de Anïs Nin, la amante maldita de Artaud y Henry Miller -son sus cuentos eróticos-, para que le ponga una presentación. Anaïs y toda la generación perdida tuvieron que hacer pornografía a dólar la página para el capitalismo de entreguerras. El editor Giner me envía los tomos de las memorias de Gómez Carrillo para que les ponga prólogo. Gómez Carrillo, por los mismos años, era el meteco de oro en el periodismo latino de París, y se abrasó en eso y en ajenjo verleniano.
El escritor, el periodista, se abrasa siempre por tres pesetas que ni siquiera son para él. Tres pesetas que luego se chupa un monopolio del papel, un impuesto de lujo, una seguridad social confusa o un sueldo de ex ministro. Por las tres pesetas de hoy, por las eternas tres pesetas de la literatura en España, por estas tres pesetas de subida a redropelo, a contrapelo, a contracorriente, tenemos que ser todos tres pesetas más libres, más locos, más alegres, más respingones, más golfos, más implacables, más Anaïs Nin, más Henry Miller, para no engañarle a usted, desocupado lector, para no estafarle, para que el periódico nuestro de cada día no sea el tocomocho matutino o vespertino que era el periódico franquista.
Me llama Alvarez de Miranda para entregarme personalmente la credencial de acceso a las Cortes. (Yo digo credencial: ahora dicen acreditación, querido Lázaro, maestro). Le voy a decir al señor Alvarez de Miranda que llego a las Cortes dispuesto a dar tres pesetas de todo más que los demás. Tres pesetas más de crítica, de asco, tres pesetas más de Fraga leyendo periódicos mientras hablan los comunistas, tres pesetas más de López y López (Bravo y Rodó) chick to chick en la plaza partida del hemiciclo, tres pesetas más de Rodolfo -niño- atareado y tres pesetas más de Parga, ministro vertical de los pobres horizontales.
Aquí al señorito le parece mal que nos obliguen a subir tres pesetas. A mí me parece bien y me parece, sobre todo, que el Gobierno o quien sea se traiciona a sí mismo con estas subidas a que obliga indirectamente, porque el periodista siempre se crece en el castigo. Si alguien supone que así se venderán menos periódicos, no piensa, en cambio, que los periodistas seremos tres veces más periodistas, tres pesetas más veraces, audaces y capaces. Estas subidas cíclicas a que nos obligan son como latigazos a la yegua de Miguel Strogoff, una renovación estilística, un reciclage, una puesta al día de la moral y el estilo, porque hay que ser tres pesetas más responsables. Tres pesetas más de izquierdas.
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