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Pedrol Rius: la amnistia como medida de gracia fue un error

«-Las sucesivas amnistías, los repetidos indultos pretendieron romper el círculo vicioso que el terrorismo y la delincuencia conectaban al régimen anterior. ¿Qué se ha conseguido?-Si de ese contexto general del mundo occidental que le hablaba antes pasamos al examen concreto de la sociedad española de este momento encontramos circunstancias específicas que agravan el fenómeno al que vengo refiriéndome. En primer lugar, se cometió, a mi juicio, el error de que la amnistía política, comprensiva incluso de delitos de sangre, se presentó formalmente no como una medida de reconciliación recíproca, sino de generosidad. Y era prácticamente inevitable que los delincuentes no políticos,se preguntasen en seguida por qué la generosidad no llegaba hasta ellos.

Está, además, en la conciencia pública la necesidad de despenalizar algunas conductas y de reducir algunas penas. Y todo ello crea un confusionismo donde se hacen borrosas las fronteras de la licitud y donde involuntariamente se está propiciando que el delincuente en potencia llegue a creer que por grave y reprobable que sea la violencia que va a cometer se verá cubierto por un práctico impunismo al amparo de un próximo indulto.

-¿Existe una relación de efecto a causa entre el aumento de la delincuencia común y el nuevo régimen democrático?

-Considero muy aventurado y, en definitiva, poco válido extraer consecuencias descalificadoras del actual régimen democrático por un simple contraste comparativo en cifras entre la delincuencia de hoy y la de hace unos años. En primer lugar, el aumento de la delincuencia común en estos últimos años es un fenómeno generalizado en la Europa occidental, y no sabemos qué es lo que hubiera ocurrido aquí aunque se hubieran mantenido los métodos anteriores. Por otra parte, resulta inevitable que un tránsito de régimen sea propicio, por las circunstancias a las que antes me he referido, a un aflojamiento de los resortes de contención del delito, con lo cual estamos hablando de supuestos no homologables. Ahora bien, tampoco me parece aceptable desentendernos de un problema que afecta a la propia subsistencia de la sociedad democrática con el fácil expediente de calificar de «catastrofistas» a quienes de manera objetiva vengan a llamar la atención de la sociedad ante la gravedad del problema.

13 febrero

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