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Tribuna:Funciones de la Universidad / 3
Tribuna
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Formación de hombres cultos

Malamente podrá darse nombre de universitario a un hombre al que no quepa llamar culto, por grande que sea su capacidad técnico-práctica para el ejercicio de una determinada profesión. Un técnico repetidor de las técnicas inventadas por otros, e incluso un inventor de técnicas nuevas, si su formación queda limitada a la que pide este importante oficio, puede muy bien no ser un hombre de veras culto. Universitario y culto son términos que, supuesto el primero, por esencia debieran corresponderse entre sí. Se trata, pues, de saber en qué consiste eso de ser hombre culto y de establecer razonablemente cómo tal condición de la existencia humana puede ser adquirida en la Universidad.En qué consiste ser hombre culto. Releo las consideraciones que sobre el tema hizo Ortega en Misión de la Universidad, y de nuevo tengo que identificarme con ellas. A ellas remito. Me limitaré a formular aquí, con el propio Ortega, tres breves afirmaciones: que la cultura es, ante todo, el sistema de las ideas y las convicciones desde las cuales vive históricamente la época en que se existe; que toda vida -quiéralo o no- necesita justificarse intelectivamente ante sus propios ojos; que la justificación propia del hombre culto, y por tanto del universitario, consiste en la satisfactoria referencia de la propia vida -pensamiento, estimativa, estética, conducta- a la cultura de la situación en que le haya tocado existir.

¿Cómo esa justificación y esa capacidad pueden ser universitariamente alcanzadas? ¿Mediante las «Facultades de Cultura» que Ortega propuso como «núcleo de la Universidad y de toda enseñanza superior»? No lo creo. La verdadera meta del empeño no consiste sólo en procurar que de la Universidad salgan algunos hombres superlativamente cultos, sino en lograr que sean universitariamente cultos -dejando no más que en lo necesario el área semántica del vocablo «universitariamente»- todos los hombres que salgan de ella. Ahora bien: siendo hoy tan exigente la formación técnica, si ha de ser intelectual, práctica y socialmente satisfactoria, ¿puede el estudiante de una facultad tener tiempo para adquirir los saberes suplementarios que le califiquen como hombre universitariamente culto? ¿No será preferible reducir la enseñanza de los médicos, los abogados y los químicos a lo que a su profesión estrictamente concierne, y dejar que la vida en torno satisfaga con su mass-media esa insoslayable necesidad social e histórica? Si los mass-media de la vida en torno brindasen la posibilidad de adquirir una cultura a la vez adecuada y suficiente tal vez, pero las cosas distan mucho de ser así, y por fuerza hay que arbitrar recursos que permitan el logro simultáneo de esos dos objetivos: formación técnica satisfactoria y adquisición de la cultura básica que, por riguroso imperativo de su casa de procedencia, la Universidad, debe poseer el licenciado en cualquiera de las facultades que la integran.

Mi personal propuesta debe ser ordenada bajo dos epígrafes: formación cultural por extensión, formación cultural por intensión.

"Ampliar el saber no técnico"

1. Llamo formación cultural por extensión a la que se adquiere ampliando hacia el saber no técnico -no perteneciente de modo directo a la materia que va a constituir el objeto de la profesión elegida: medicina, química o filología románica- la atención intelectual del alumno. Para conseguirlo sans larmes, como reza una conocida y estimulante fórmula francesa, lo que yo propongo es el adecuado desarrollo lectivo de una serie de cuestiones de carácter básico o fundamental: aquéllas a que debe saber responder un hombre para poder decir sin falsedad que es a un tiempo plenamente hombre, hombre culto y hombre de su tiempo. Reducidas esas cuestiones a su mínimo esencial, cinco preguntas y cinco respuestas pueden formularlas.

a) En tanto que hombre de este tiempo, ¿en qué tiempo vivo? Respuesta: un análisis metódico y completo de la situación histórica en que se existe; un estudio por igual riguroso y sugestivo de las creencias, aficiones, esperanzas, tensiones, conflictos, temores, ideas rectoras de la vida y básicas visiones del mundo que integran tal situación, considerada ésta en su realidad planetaria y en su realidad nacional.

b) Haciendo mi vida en el mundo, ¿con qué me encuentro? Primera respuesta: con las cosas. Por tanto, una sumaria teoría del mundo cósmico, desde la nebulosa primitiva hasta el universo actual, desde el guijarro hasta el antropoide, desde la partícula elemental hasta la galaxia.

c) Otra vez la pregunta anterior: haciendo mi vida en el mundo, ¿con qué me encuentro? Segunda respuesta: con los demás hombres. En consecuencia, una concisa exposición orientadora y sistemática de lo que dentro del pensamiento actual son la relación interindividual, los distintos grupos humanos, los diversos modos de su mutua relación y la humanidad en su conjunto, en tanto que cuerpo social.

d)¿Qué soy yo en tanto que hombre? Respuesta: una metódica descripción de la realidad del ser humano, en su doble y unitaria condición de ser biológico y ser personal, a la altura de lo que hoy son las distintas disciplinas antropológicas: morfología, fisiología, psicología, antropología cultural, antropología filosófica.

e) Para que yo sea el hombre que soy, ¿qué ha tenido que pasarle a la especie humana, desde su aparición sobre la superficie del planeta hasta la segunda mitad del siglo XX? Respuesta: no una versión abreviada y telegráfica de la disciplina a que suele darse el hombre de «Historia Universal», sino una descripción breve y sistemática de las principales formas de vida de la humanidad, desde las correspondientes a los primeros homínidos hasta la situación en que hoy existimos.

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