Callaghan intenta salvar el proyecto original de autonomía escocesa
Después de sacar adelante en los Comunes, por una holgada mayoría, su proyecto de guillotinar (reducción del tiempo de debate) la ley de Elecciones al Parlamento Europeo, el Gobierno británico intenta por todos los medios sacar a flote, en su redacción original, el proyecto de ley de devolución (le poderes a Escocia, enmendado inesperadamente por el Parlamento en dos puntos esenciales que comprometen la posibilidad misma de la autonomía y, con ella, del futuro del Gobierno.Por 177 votos de diferencia, 314 contra 137, la Cámara Baja aprobó el debate abreviado del proyecto de ley de Elecciones a la Asamblea de Europa, que será puesto a punto en tres sesiones parlamentarias. El resultado de la votación garantiza que Gran Bretaña estará presente en los comicios de mayo o junio de 1979.
La victoria gubernamental ha sido posible a pesar de la rebelión de 61 diputados laboristas y gracias al apoyo conservador, 151 de cuyos diputados votaron junto con los parlamentarios del Gobierno, que acataron la disciplina de voto.
La revuelta laborista se produjo a pesar de que el primer ministro había hecho cuestión personal de la votación. Cuatro miembros del Gabinete se abstuvieron (Tony Benn, Energía; Stan Orme, Servicios Sociales; John Silkin, Agricultura, y, Peter Shore, Medio Ambiente), y los 61 votos de los laboristas rebeldes. fueron apoyados por otros tantos conservadores, que tenían libertad de acción, los nacionalistas escoceses y algunos unionistas del Ulster.
Superado el test europeo, el Gobierno se concentra ahora en salvar el proyecto de ley de autonomía para Escocia, bóveda de su programa legislativo, torpedeado en el Parlamento en la madrugada del jueves, también por iniciativa del sector laborista que se opone a la devolución. Si las enmiendas aprobadas entonces (un mínimo del 40% de votos favorables a la autonomía sobre el total del censo y la posibilidad de que las islas Orcadas y Shetland decidan inesperadamente por sí mismas si prefieren depender de Londres o de Edimburgo) no son corregidas el mes próximo en una segunda lectura, lo que ahora mismo parece altamente improbable, las esperanzas electorales de los laboristas en Escocia pueden derrumbarse.
Los nacionalistas escoceses, cuyos once votos parlamentarios han estado a disposición del señor Callaghan en los temas importantes, amenazan ahora con invertir su alianza y oponerse en los Comunes a la ley si el proyecto no es devuelto a su redacción original, que preveía la mayoría simple en el referéndum escocés sobre su autonomía regional. En su posición minoritaria actual, el cumplimiento de las amenazas escocesas podría ser desastroso para el señor Callaghan, cuyo Gabinete está estudiando a marchas forzadas cómo puede ser reducido el fatídico 40 % y suavizada la oposición conservadora a cualquier maniobra destinada a restaurar la versión gubernamental de la ley escocesa.
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