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El ejército alemán espió a la secretaria de Defensa

Las «chinches» del contraespionaje alemán vuelven a protagonizar un nuevo escándalo en la República Federal, país en el que parece ya incontrolable la curiosidad policial por lo que hacen o dejan de hacer los ciudadanos.Una de estas «chinches», un micrófono de mínimas dimensiones similar al instalado hace un año en casa del científico nuclear Traube, ha funcionado durante dos semanas en casa de la secretaria particular del ministro de Defensa, Georg-Leber, que todavía no ha superado el trauma político de los tres espías instalados en su departamento.

El Servicio de Información Militar (MAD) controló a su secretaria hasta el 21 de junio de 1974, sin saberlo el ministro. Justificada o no la operación de escucha -y parece que no, porque la secretaria continúa en supuesto- lo cierto es que el escándalo vuelve a conmocionar a la opinión pública alemana, que se siente cada día más observada por policía política y servicios de contraespionaje, a la menor sospecha de simpatías izquierdistas o cercanía a funciones profesionales consideradas como de «interés nacional». Un semanario liberal, Die Zeit, ofrecía no hace mucho un reportaje en el que se revelaba el modo de conocer su ficha policial del interesado que quisiese abonar una pequeña suma, inferior a las 2.000 pesetas.

En cuanto al control de la secretaria del ministro Leber, el propio titular de Defensa, socialdemócrata, ha reconocido ante la fracción parlamentaria de su partido que el informe publicado en el último número del semanario Guick sobre este caso es básicamente verdadero. Es decir, que su secretaria fue espiada por el servicio de contraespionaje militar y que él no tenía idea de esta operación.

El ministro se enteró de casualidad cuando, en marzo de 1977, pidió al MAD información sobre las escuchas policiales en casa del científico Traube, quien luego quedaría absuelto de sospechas y reclamaría al Gobierno una rehabilitación pública. Traube fue rehabilitado pero se le excluyó de, su trabajo en la empresa en que prestaba servicios de investigación.

Esta vez, la reaparición de la «chinche» se produce c uando el ministro Leber, conservador dentro de su partido, se encuentra cansado de intrigas.

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