Sí dejan entrar a los minusválidos
En relación con la carta de Paloma Corella, publicada en EL PAÍS el pasado día 4, en que manifiesta que se le prohibió la entrada en una discoteca por su minusvalía, puntualizo que: ciertamente, el día 17 de diciembre pasado se presentó en mi negocio una persona inválida, con otra que le acompañaba. Como a una sala de baile de juventud no es corriente que asistan personas en silla de ruedas, el portero le preguntó qué deseaban, no que a dónde iban, como ella asegura. Al contestarle que querían pasar dentro de la sala, el portero no se negó, sino todo lo contrario: les dijo que esperasen para avisar al encargado sólo con la intención de ayudarla a bajar los dieciocho escalones que dan acceso al segundo hall, que a su vez da entrada a la sala.Pero usted, en su relato de los hechos, bien que omite decir que la sala se encuentra en un sótano, y hay que bajar una escalera de dieciocho peldaños para entrar. ¿No sería que ustedes iban con intención de no entrar y era otro el fin de su visita? Usted no pidió hablar con el dueño, yo fui el que subí al verla hablar con el portero. En seguida se apresuró usted a decirme que no la dejaban entrar. «Me extraña -contesté yo-, y si esto es así, llamaré la atención al portero.»
Como recordará, fuimos amables con usted, como con cualquier otro cliente, y no porque nos pidiese la hoja de reclamaciones, pues no es cierto que usted la solicitó, por no haber motivo para ello. Tampoco es cierto que le dijeran: «Espere en la calle, porque aquí está usted estorbando.» ¿Quién puede decir esto a una mujer en una silla de ruedas? ¿Qué sentimientos hay que tener? Por si fuera poco, dice usted que yo me autoafirmé en lo que dijo el portero. Por lo visto, y según usted, nosotros no somos personas, ni tenemos sentímientos.
En su publicación hace usted sus propias conclusiones de mi persona, a la vez que una crítica a mi negocio. Sinceramente, ¿qué derecho tiene usted para hacerme esto? Me complace decirle que tengo un cliente asiduo, minusválido, y para mí un orgullo que vaya a mi sala de baile.
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