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Serenidad y ausencia de rencor en los actos conmemorativos de la matanza de Atocha

Ninguna muestra de rencor como observó Antonio Pedrol, decano del Colegio de Abogados de Madrid, apareció en los discursos que se pronunciaron ayer en los actos celebrados en el marco del citado Colegio en conmemoración del primer aniversario de la matanza del despacho laboralista de la calle de Atocha, de Madrid. Todos los oradores resaltaron, en cambio, que la muerte de las víctimas debía significar para todos la exigencia de luchar para que, de una vez por todas, se pueda vivir en España en paz y en libertad. Como colofón se descubrió en el salón de actos del Colegio una placa con los nombres de los abogados «asesinados en su despacho profesional el 24 de enero de 1977». Por la tarde se celebraron actos conmemorativos en tres cementerios madrileños.

Los actos se iniciaron con un funeral en la iglesia de Santa Bárbara, contigua al edificio del Colegio de Abogados. Oficiado por el padre José María Javierre, el funeral estuvo presidido por Antonio Pedrol y restantes miembros de la junta directiva del Colegio; por Fernando Alvarez de Miranda, presidente del Congreso de Diputados; por Juan Antonio Ortega, subsecrtario de Justicia, y por José María Alvarez de Miranda; director general de Jurisdicción del Trabajo. Entre el público, que abarrotaba la iglesia, figuraban familiares de las víctimas, y un gran número de militantes y dirigentes del Partido Comunista de España, entre ellos Santiago Carrillo, y otros miembros de la ejecutiva de dicho partido, al que pertenecieron las víctimas del atentado.El oficiante pronunció una homilía en la que recordó a las víctimas y expuso las tareas comunes en las que pueden colaborar creyentes y no creyentes.

Posteriormente, en el salón de actos del Colegio de Abogados, Joaquín Ruiz-Giménez, Jaime Miralles', Leopoldo Torries, Boursault, Cristina Alíneída y Antonio Pedrol pronunciaron sendos discursos en memoria de las víctimas. Joaquín Ruiz-Giménez, profesor de tres de las víctimas, cuando eran alumnos en la facultad de Derecho, recordó el ambiente que existía en estas fechas, hace un año. «Si algo hermoso hubo en aquella hora -dijo- fue el silencio de unos corazones que sufrían y de unas gargantas agarrotadas.» El señor Ruiz-Giménez, quien manifestó no tener ninguna palabra para quienes los sacrificaron -«Están bajo la acción de la justicia y confiamos en ella», dijo-, recordó a los abogados muertos, no como corre ligionarios, pues tenían una concepción del mundo distinta de la suya, pero sí como complementarios hasta lo más profundo.

Jaime Miralles, por su parte manifestó que el sacrificio de la víctimas invitaba a sustituir la dialéctica de los puños y de las pistolas por la del entendimiento, y Leopoldo Torres Boursault puso de manifiesto que nadie pudo ca pitalizar el atentado contra la abogacía libre. Cristina Almeida, que recordó el carácter de comunistas de las víctimas, manifestó que, no obstante, prefería recordarles en estos momentos como compañeros. Finalmente, Antonio Pedrol subrayó el riesgo que comporta la profesión de abogado, y en esta ocasión, dijo, los asesinos no buscaron sólo la vida de las víctimas, sino los valores de libertad y justicia que la abogacía representa.

Actos en los cementerios

Por la tarde, fuera del marco del Colegio de Abogados, se celebra ron en los cementerios de Carabanchel y del Este, donde reposan los restos mortales de las víctimas diversos actos en su homenaje a iniciativa del Partido Comunista de España y de Comisiones Obre ras. Ante varios miles de personas que se habían concentrado ante las tumbas de los abogados muertos pronunciaron algunas palabras dé recuerdo y de homenaje diversos dirigentes del PCE y de CC OO. Al final, los asistentes cantaron La Internacional y abandonaron los cementerios en silencio y ordenadamente.

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