El Partido Socialista francés, enemigo común de la derecha y los comunistas
Los últimos acontecimientos de la vida política francesa, que han adelantado el comienzo de la campaña electoral para los comicios legislativos de marzo próximo, confirmaron un hecho importante: el enemigo número uno, para los comunistas en la oposición, como para la mayoría gobernante es el Partido Socialista (PS) y su primer secretario, François Mitterrand. Por otra parte, la división dentro de la derecha en el poder parece ahondarse después de la publicación del «programa de Blois», de inspiración gisicardiana, ante el cual los gaullistas del RPR (Reagrupamiento por la República) se manifiestan distantes.
El examen detallado del contenido, como la propaganda excepcional concedida por el propio primer ministro, Raymond Barre, y por los órganos de información progubernamentales a los «objetivos de acción» del llamado «programa de Blois», que se realizaría a lo largo de la próxima legislatura si la mayoría actual ganase, han confirmado la estrategia del giscardismo: «reequilibrar» la mayoría gubernamental en el próximo escrutinio de marzo. Es decir, atraer a una parte del electorado gaullista y al posible sector de los que tienen intención de votar por los socialistas, pero cuyas convicciones inciertas de izquierdas pueden haber sido influidas por la gresca brutal desencadenada por los comunistas contra el PS y, en particular, contra su dirigente, señor Mitterrand.El RPR, dirigido por Jacques Chirac, está convencido de que las formaciones giscardianas (centristas, radicales y Partido Republicano) no hacen nada que no esté destinado a destrozar su fuerza actual de primer partido de la mayoría. Fuerza con la que los gaullistas cuentan, de aquí a las presidenciales de 1981, para dar al traste con el «reinado» del señor Giscard d'Estaing.
Ayer el portavoz de RPR consideró que algunos aspectos del «programa» del primer ministro «son interesantes», pero añadió que el conjunto «es insuficiente y de ninguna manera debe imponerse a todas las formaciones de la mayoría». Los gaullistas pondrán el acento, a lo largo de su campaña electoral, en las dos características que desean les distingan de los giscardianos: en política interior, una economía basada en el crecimiento; en política exterior, una Francia a la altura de la grandeur, que, en su opinión, la colocó el general Charles de Gaulle y que el señor Giscard no ha mantenido.
La misma diana
A pesar de sus divisiones reales, gaullistas y giscardianos mantienen ciertas formas en vísperas de las legislativas para que juegue más en su favor la desunión de la izquierda que, indudablemente, constituye el hecho capital de la actual coyuntura política gala. Y en este contexto, como producto de un concierto previo, todas las flechas apuntan a la misma diana: los socialistas y el señor Mitterrand. La política de defensa nuclear de estos últimos es desaprobada radicalmente por gaullistas y comunistas, que sospechan que «Mitterrand es favorable a la política americana». La entrevista Carter-Mitteffand de la semana pasada -aún no ha acabado de provocar críticas e insinuaciones más o menos aceradas: el delegado político de los gaullistas, Yves Guena, se lamentaba ayer por el comportamiento del señor Carter, «que le ha llevado a inmiscuirse en los asuntos intemos de nuestro, país». (El presidente americano no quiso visitar al alcalde de París y líder gaullista, Jacques Chirac.) El secretario general de los comunistas, Georges Marchais, se manifestó «preocupado» por el desarrollo de la visita y juzgó «inaceptable» su posible influencia en la vida política gala. Sólo los giscardianos se exteriorizan con cierta cautela respecto al electorado Socialista. Este comportamiento no es ¡lógico si se piensa en la baza capital de la estrategia del presidente de la República: instaurar en Francia un régimen socialdemócrata que espante el «peligro» comunista y reduzca a la más mínima expresión la influencia que ha ejercido el gaullismo en Francia desde hace veinte años.
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