Las rebajas de los grandes almacenes embotellaron el centro de la ciudad
Las grandes aglomeraciones de tráfico llegaron ayer al centro de Madrid, coincidiendo con el inicio de las rebajas en los grandes almacenes de la ciudad. La parte más afectada por estas aglomeraciones, en las que se vieron involucrados tanto vehículo como peatones, fue el cruce de la calle de Alcalá con la de Goya, en donde, además de los dos grandes almacenes existentes, hay un gran número de pequeñas tiendas y otros comercios de no tan grandes dimensiones.
Las grandes retenciones de tráfico comenzaron hacia las once de la mañana de ayer y continuaron, prácticamente, a lo largo de toda la jornada, con una pequeña interrupción a las dos, momento en que el público aprovechó para ir a comer a sus casas.Las zonas más concurridas por los aspirantes a compradores fueron la Puerta del Sol y el cruce de las calles de Alcalá y Goya, si bien esta última zona fue la que registró un mayor índice de ocupación en sus calles: los aparcamientos subterráneos se encontraban a tope y era prácticamente imposible encontrar un hueco en el que dejar el coche en. la superficie.
La Policía Municipal tuvo grandes problemas para regular la circulación y, en ciertos momentos, intentó desviar el tráfico de vehículos hacia otras zonas, si bien una vez dentro de la aglomeración resultaba ya, para algunos automovilistas, imposible salir de ella. Los transportes públicos se vieron también afectados en su fluidez al haber sido invadidos los carriles-bus por los automóviles que no podían circular por otro sitio.
«Mire, yo he llegado a tardar en cruzar Conde Peñalver, Alcalá y Goya, diez minutos, y lo he tenido que hacer a pequeños saltos, porque, cuando no estaba el semáforo en rojo, resulta que había tal cantidad de gente en la calle que era imposible andar.» Esto es lo que decía una señora, desesperada, después de intentar cruzar el núcleo principal del barrio de Salamanca.
En la Puerta del Sol y sus alrededores el problema no llegó a ser tan importante o, por lo menos, no lo parecía. Sin embargo, sus vecinos decían, casi, sin parar: «Cada vez que llegan las rebajas, estamos igual.»
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