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La "grúa" retira ochocientos coches diarios

Unos ochocientos coches por día ha estado retirando la grúa municipal a lo largo de los pasados días de fiesta, según una información que ayer publicaba Hoja del Lunes de Madrid. La retirada de vehículos mal aparcados en la vía pública está gestionada por una empresa privada, Conservación Electromecánica y Electrotécnica (Cemesa), de acuerdo con la concesión que le hizo el Ayuntamiento hace, unos meses.Según la misma información, la empresa concesionaria de la grúa municipal ha recaudado durante el tiempo de Navidades del orden de 1.600.000 pesetas diarias, contando con que cada retirada del vehículo supone un ingreso de 2.000 pesetas. Calculando, como máximo, que la empresa tenga unos gastos diarios de personal, amortización, etcétera, de unas 600.000 pesetas, los ingresos netos diarios de la concesionaria de la grúa serían de un millón de pesetas. Según Hoja del Lunes, Cemesa tiene calculado ingresar, en los cinco años que dura la concesión un total de 1.500 millones de pesetas.

Carlos Gusano, un caso de tenacidad

Carlos Gusano Sáenz de Miera es seguramente el primer madrileño que consigue llevarse su coche, del depósito, retirado por la grúa municipal, sin pagar la sanción, aunque para ello tuviera que aguantar tres horas de discusiones con los empleados metido en el vehículo, que se negó a abandonar en todo momento.La historia comenzó hacia las cinco de la tarde en la calle Tutor, donde el citado señor había aparcado su coche (él mismo reconoce que mal). Llegó al lugar justo cuando estaba ya colocado encima de la grúa, a punto de emprender la marcha. El señor Gusano se introdujo en el vehículo rápidamente, como medida de precaución, y comenzó a dialogar primero, discutir después, con las dos agentes femeninas que supervisaban la retirada.

El argumento del automovilista era que «la grúa está para arreglar el tráfico, y no para buscar culpables». Si él iba en ese momento a sacar el coche de allí, la sanción era ya innecesaria, puesto que perderían un tiempo que podrán dedicar a retirar otro coche de la hilera de mal aparcados.

Los argumentos de las agentes eran que, una vez subido el vehículo a la grúa, no había nada que hacer, y que si había cometido una infracción tenía que pagarla. Al fin ordenaron al conductor de la grúa que arrancara. El señor Gusano decidió alertar al público madrileño de lo que pasaba y fue tocando el pito desaforadamente por las calles de Tutor, Quintana, Ferraz, etcétera, hasta que agotó la batería.

Una vez en el depósito de coches el señor Gusano continuó en su negativa de abandonar el coche y de pagar la multa. Por medio de otro conductor que salía del recinto después de recuperar su coche, envió una nota a su familia, que al cabo de una hora se presentó allí con un grupo de amigos, y amenazaron todos con instalarse en tiendas de campaña y avisar a la prensa si no le dejaban salir.

Al cabo de tres horas Carlos Gusano abandonaba el depósito en su flamante coche y sin pagar sanción alguna.

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