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Una mansada ilidiable en la corrida de Bogotá

Una mansada, de principio a fin, fue la corrida mexicana de Tequisquiapán lidiada el domingo en Bogotá. Corrida con peso, bien armada, que hizo ascos a los caballos; con escasa fuerza, además, casi loda, con la sola excepción del último toro de la tarde, cinqueño pasado, que derribó y luego se refugió en tablas, sin dejarse dar un solo pase.El colombiano Jairo Antonio, que confirmaba la alternativa, recibida recientemente en Palma de Mallorca, estuvo valentón con este torazo -526 kilos, aparatoso de cabeza-, a cuyo sentido creciente no pudo oponer otra cosa que voluntad. El de la confirmación, en cambio, resultó ser uno de los pocos manejables de la tarde y le hizo una faena más vibrante que artística, más decidida que ligada. Sufrió una voltereta sin consecuencias.

Plaza Santa María, de Bogotá

Cinco toros de Tequisquiapán y un sobrero (cuarto) de Pueblito Español. Paquirri, palmas y oreja. Dámaso González, vuelta y silencio. Jairo Antonio, que confirmó la alternativa, ovación y ovación

El primer toro de Paquirri se emplazó en el centro del ruedo y no dejaba acercarse a nadie. El diestro barbateño lo despachó con habilidad, después de un trasteo por la cara. El cuarto pareció bravo, pero era cojo y fue devuelto al corral. El sobrero no tenía fuerza, pasó el último tercio sin que lo picaran, prácticamente, y Paquirri cuajó una faena entonada, que le valió una oreja.

En su línea de torero voluntarioso estuvo Dámaso González con el tercero, otro ejemplar sin fuerza que acabó boyante, al que mató muy mal. Al quinto, un marrajo, se lo quitó de en medio con brevedad.

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