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Cincuentenario de "Oscuro el dominio" , de Juan Larrea

Donde hay un muerto hay un remordimiento, escribió Larrea, y en el remordimiento múltiple y ubicuo suelen coincidir los vivos que se encuentran con el muerto, meta última de todos. El remordimiento aviva otras manifestaciones que lo encubren larvalmente y que a veces destilan licores variopintos pero igualmente culpables. A Larrea lo mataron muchas veces a lo largo de su vida y, sin embargo, sobrevive a todos los asesinatos e incluso a sus suicidios.Ahora se cumple en silencio generalizado el cincuentenario de su primer libro de poemas, Oscuro dominio, que sigue siendo una pieza desconocida en los amplios pasillos museísticos de nuestra crítica, siempre oportunista y volandera. Publicado en México siete años después de su redacción definitiva, que coincidía con el albor de esa generación impresionada por las vanguardias y que acabó llamándose del veintisiete, y a la que él perteneció y pertenece, aunque muchas, muchas veces, nadie lo recuerde. Pero el libro existió, se publicó y está, escrito en castellano pese a que hoy, cuando alguien cita a Larrea, el erudito de turno acota con parsimonia que «escribía en francés». La vida de Larrea no fue la de un escritor al uso, rápidamente comprendió las miserias cotidianas de la vida literaria y, como Aleixandre, optó por el exilio interior. Exilio que se manifestó ya cuando residía en España y que más tarde le obligó no sólo al abandono de la lengua castellana en poesía, sino incluso al abandono de la poesía misma en su poderosa aventura espiritual. Oscuro dominio es un libro breve, en el que predomina el poema en prosa y que respira ya la profecía. Larrea comprende que su camino se bifurca y que al romperse en dos el ramal que él elige es el que lo separa de los otros. El camino más arduo, en el que lloverá la incomprensión. Cuando el libro es impreso, el poeta ya había decidido dejar de escribir versos tras una profunda crisis sicológica. La guerra española, primero, y la España peregrina, después, serán sus grandes fustigadores. La investigación, el estudio de Vallejo y Darío, el Instituto del Nuevo Mundo, sus cursos y seminarios serán su gran labor.

Pero su poesía no volverá a reeditarse hasta muchos años después. Durante todo ese tiempo fue sólo una sombra misteriosa que vivía en la célebre antología de Gerardo Diego, y del que se tenía un recuerdo vago y esotérico. Larrea había elegido una vez más el silencio, mientras que la inflación caracterizaba a los demás, y en particular a su gran detractor. Así hasta que, por un extraño azar, en 1969 aparece la versión italiana de su ópera omnia bajo el título de Versión celeste, acontecimiento que significó un gran descubrimiento para los jóvenes poetas de España, que reencontraron en él a un maestro perdido en el tiempo. Al año siguiente la edición española ampliará, dentro de los limitados círculos próximos a la poesía, la influencia de Larrea. Desde entonces, su utilización crítica ha sido esporádicamente aprovechada para dirimir miserias de generaciones muy distintas al maestro, pero muy pocas veces un estudio nos ha acercado su obra. Hay que señalar, sin embargo, como una de las honrosas excepciones el libro que el profesor David Bary, conocedor minucioso de la obra de Larrea, le dedica bajo el título de Larrea: poesía y transfiguración, publicado por la colección universitaria de Planeta el pasado año.

Bary analiza la biografía del poeta y se detiene en algunos aspectos de su investigación, contando siempre con material de primera mano, con información directa del poeta, que suple y aventaja la dudosa intuición de los exégetas habituales. El testimonio de Larrea sobre Oscuro dominio es categórico, el libro se escribe en los momentos álgidos de la crisis espiritual, en esos instantes de duda pro funda entre las sombras de la «noche oscura del alma», que es anterior a la iluminación. La esperanza de que la oscuridad es prólogo de la aurora fue el único aliciente que ayudó al poeta a sobrevivir el voraz destino que vivía.

El azar de los números se complicó una vez más en la vida de Larrea. Cincuenta años se cumplen de esa generación que fue su contemporaneidad, cincuenta años del libro que marcó su futuro y el acceso al silencio. Hoy, desde un instante de complicidad, saludamos el concierto mudo de la celebración.

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