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Los costos y la falta de seguridad hacen perder la confianza en la energía nuclear

Se ha repetido hasta la saciedad que el petróleo está en vías de agotamiento y que, consecuentemente, el hombre debe de apresurarse en la búsqueda de fuentes energéticas que lo sustituyan. Esta necesidad se hace más urgente ante la perspectiva de una insuficiente producción frente a la demanda en la próxima década. La estrategia de sustitución del petróleo es compleja si pensamos que no se trata solamente de encontrar un combustible o fuente energética, sino de desarrollar su aplicación, con todos los problemas que lleva consigo un equipamiento nuevo.

Estrategia de lo viejo y lo nuevo

Históricamente, una nueva fuente energética ha tardado cincuenta años en sustituir a la anterior en su papel predominante. Tal es el caso del carbón con la madera y del petróleo con el carbón. Sin embargo, pensar que la sustitución del petróleo por las nuevas fuentes necesita un plazo similar es un mecanicismo histórico que no tiene en cuenta factores como el progreso tecnológico disponible para el desarrollo de las nuevas ideas y la necesidad dramática de energía, que podría inducir a ciertos Estados a aplicar planes de emergencia comparables a los de una economía de guerra.Otra complicación en el panorama energético es la pérdida de confianza en la solución nuclear, hasta hace poco considerada como fuente económica y viable. En la actualidad queda muy poco de ese optimismo. Los costos se han disparado, los problemas de segur¡dad no se han resuelto, y, por si fuera poco, grupos ciudadanos y políticos ven en la civilización nuclear el peligro de creación de estados autoritarios y policíacos. A causa de esto los planes se retrasan y no se cumplen las previsiones.

En consecuencia, viejas fuentes energéticas prácticamente abandonadas y otras más modernas pero no competitivas hasta la subida del petróleo están siendo rápidamente potenciadas y se presentan como alternativa por sus características de inagotabilidad y limpieza. Estas fuentes, que convencionalmente se denominan nuevas, son la solar, eólica, geotérmica y del oleaje. De este grupo, las tres primeras han superado ampliamente la etapa experimental y su aplicación es un problema político más que científico. La energía producida por las olas es muy prometedora, aunque se necesita todavía mucha investigación básica.

En cualquier caso, la viabilidad de las nuevas fuentes a medio y largo plazo no la discute nadie. La polémica se centra en las posibilidades de estas energías a corto plazo y, en todo caso, en la elección de una energía de transición que permita salvar el bache de la escasez de petróleo. De esta manera esquemática podríamos dividir en tres grandes grupos las diferentes posturas ante este problema:

a) Aplicación inmediata de las nuevas energías con reducción del consumo energético global. Abandono de la opción nuclear. Sustituir en la medida de lo posible el petróleo por el carbón.

b) Prudente aplicación de la energía nuclear. Desarrollo del carbón al máximo. Aplicación de las nuevas energías. Racionalización del consumo de petróleo y gas natural.

c) Desarrollo nuclear a ultranza. Demora en la aplicación de las nuevas energías pretextando inmadurez de estas tecnologías. Grosera confusión entre energía y energía eléctrica.

Esta última propuesta podría serla que está aplicando España, donde el desarrollo de la energía solar, geotérmica y eólica se encuentra en un lamentable estado de abandono. Esta actitud es todavía más deplorable si se piensa que nuestro país está magníficamente dotado de estas nuevas fuentes.

Evaluación general de la opción nuclear/carbón

En la polémica sobre la elección de la energía de transición entre el carbón y la energía nuclear deben de hacerse las siguientes consideraciones a favor del primero:El coste de capital de las centrales es más bajo. El plazo de puesta en marcha es más corto. La producción de energía neta se logra mucho antes que en las centrales nucleares.

Existe una oferta mundial de carbón, más variada y abundante que la del uranio enriquecido, lo que hace menos vulnerable una determinada economía a presiones de tipo político.

Los efectos sobre el medio ambiente son más conocidos, más controlables y no tienen la desventaja de la irreversibilidad.

Al poder ser instaladas las centrales cerca de núcleos urbanos o industriales, puede aprovecharse el calor degradado procedente de la conversión termodinámica para calefacción y otros usos, tal y como se hace ya en algunas centrales del extranjero, logrando duplicar' su eficiencia.

Hay algo que conviene aclararpara que nadie se haga ilusiones.

Sea cual sea el camino que se escoja, y por muchos progresos tecnológicos que se logren, la humanidad tiene que asumir una realidad insoslayable: la era de la energía barata y abundante se ha termina do para siempre. No será posible ya continuar con tasas de crecimiento exponencial en el consumo energético. El verdadero drama de la energía planteando las cosas cínicamente es que ni siquiera sometiendo al Tercer Mundo a una penuria de recursos mediante la depredación podrán los países industrializados continuar en su tendencia consumista. Además del reto tecnológico que significa la búsqueda de fuentes energéticas, la humanidad tiene un reto sociológico en la búsqueda de nuevas formas de tratar a la naturaleza sin explotarla, de utilizar recursos sin agotailos. Urge una nueva sensibilidad energética y de recursos naturales que convierta al hombre en usuario respetuoso de la tierra y no en su destructor inconsciente. Y todo esto cuanto antes. Es una cuestión de supervivencia.

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