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Lunes y Miércoles de RNE en Madrid y Barcelona

Un nuevo ciclo de Lunes y Miércoles musicales de RNE ha dado comienzo. Como es sabido, los lunes se desarrollan en la Sala Fénix, de Madrid, en tanto los miércoles tienen lugar en el Palau de la Música Catalana, de Barcelona. Unos y otros se transmiten, directamente, a través de¡ segundo programa, uno de los pocos canales radiofónicos íntegramente dedicados a la música seria que existen en Europa.En Madrid, la inauguración corrió a cargo del dúo Ruggiero Ricci (violín) y Ernesto Bitteti (guitarra). Que dos artistas de primera categoría, con sólida fama en el mundo de los conciertos, se unan para practicar un género infrecuente, es algo doblemente valioso: por el interés de los programas y por la categoría de los intérpretes. Todo ello quedó resaltado suficiente mente en el recital de la Sala Fénix, a través de sus obras y autores muy variados: Arcángelo Corelli, con su Sonata en mi menor para violín y contínuo, realizado, en este caso, por la guitarra. Manuel de Falla, a través de la transcripción de la Suite popular española, basada en la que hiciera para violín y piano, Paul Kochanski, sobre seis de las Siete canciones populares. En fin, Paganini, representado por tres so natas op. 3, brevísimas y de gran virtuosismo, y la Sonata concertata, de forma más amplia y menor servidumbre efectista.

De Tomás Marco -inteligente comentarista de la serie- conocimos su Dúo concertante n.º 2, en el que sus habituales principios estéticos se adaptan con máxima adecuación al conjunto de dos instrumentos con tanta capacidad de fusión como de contraste. Hay en el Duo de Marco un aura poética, si realizada para violín y guitarra, yo diría que emanada del espíritu y la sensitividad sonora del segundo instrumento.

Muy dentro de unas corrientes conservadoras, casi rozando la evocación de la música de salón, las tres canciones sin palabras, del argentino Juan Carlos Zorzi (1934).

En el primer miércoles barcelonés, el pianista Ramón Coll dedicó su actuación a dos característicos autores rusos, que sobre grandes compositores fueron no menos grandes pianistas: Scriabin y Rachmaninoff. Al escucharlos, cara a cara, se advierte que, en contra de las opiniones prefabricadas, existen no pocos puntos de contacto entre uno y otro. Cómo que se trata de dos respuestas al romanticismo, teñidas de carácter nacional, cierto misticismo sonoro y montadas sobre las últimas posibilidades del gran piano lizstiano. Coll evidenció, una vez más, sus posibilidades técnicas y su excelente criterio. Comenta la serie del Palau el director y musicógrafo Oriol Martorell.

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