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España, dispuesta a unirse a las tareas de la Europa democrática

«En el seno de una Europa democrática que ha de contar con el esfuerzo solidario de todos, se nos abre una ilusionada tarea en la que trabajaremos juntos, españoles y belgas, sin regatear sacrificios, conveñcidos de que sólo en esta hermandad podremos alcanzar los ideales de bienestar y de justicia a los que legítimamente aspiran nuestros pueblos.»Con estas palabras concluyó don Juan Carlos I de Borbón el discurso con el que respondió a los pronunciados por los presidentes de las Cámaras legislativas belgas, durante la visita realizada ayer por los Reyes de España, en el primer día de su estancia en Bélgica, al Palacio de la Nación, sede del Parlamento belga.

Los Reyes llegaron poco antes del mediodía a Bruselas, donde desarrollaron una intensa jornada, que culminó en la cena de gala ofrecida por los reyes Balduino y Fabiola en el palacio real.

Socialistas y socialcristianos se congratulan de la restauración de la democracia en España

Sobre la trascendencia política del viaje de los Reyes, el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja -que les acompaña con su esposa-, resaltó, a preguntas de EL PAIS, la importancia de esta visita «que viene a rematar anteriores contactos». Recordó sus tres viajes consecutivos a Bruselas en poco tiempo, y destacó el horizonte positivo de las relaciones hispano-belgas y de nuestra aproximación a la CEE.El discurso del Monarca español ante el Parlamento belga, según fuentes solventes próximas a su séquito, fue deliberadamente exento de todo propósito triunfalista o doctrinario. Don Juan Carlos recordó los lazos históricos que unieron a Bélgica y a España, y aludió a los tiempos actuales de renovación, en que «nuestros dos pueblos se reencuentran y emprenden otra vez el camino que juntos les conducirá a un futuro íntimamente compartido». «Son tiempos próximos para audaces innovaciones», añadió.

Reconoció la capacidad europea de Bruselas y el papel predominante que ha correspondido a Bélgica en la creación de «una nueva solidaridad entre los pueblos de Europa». Por lo que respecta a España, el Rey se limitó a resaltar la buena disposición de nuestro país para unirse a esa tarea.

Reunión sin precedentes

Las palabras reales fueron pronunciadas en la sala de conferencias del palacio y no en uno de los dos hemiciclos de las Cámaras. Al parecer, esta fórmula evitó la solemnidad de una sesión parlamentaria formal y obvió las objeciones de los socialistas a una reunión de este carácter, por otra parte sin precedentes, tratándose de un Jefe de Estado extranjero.

La primera intervención corrió a cargo del presidente de la Cámara de Representantes -que alberga a 212 miembros, número proporcionalmente muy superior a los 350 diputados españoles, dado que Bélgica no llega a diez millones de habitantes-, el socialista Elmond Leburton, quien aludió al carácter homólogo de las instituciones representativas españolas y belgas. Se refirió a la ausencia reciente de España en la construcción de Europa y añadió: «La historia destacará el hecho de que era necesario llevar a cabo una delicada transición, que Vuestra Majestad ha asumido al más alto nivel, que los riesgos de enfrentamiento no estaban incluidos, que en vuestra tarea fuisteis educado por hombres clarividentes y que la suerte de esta nueva España ha sido la de contar, al frente de las principales formaciones políticas y de las Cortes; con espíritus lúcidos y conscientes de sus responsabilidades.»

El presidente del Senado, el socialcristiano Robert Vandekerckhove, que asistió en Madrid al acto religioso subsiguiente a la toma de posesión de don Juan Carlos, se congratuló de la restauración de las instituciones democráticas realizada por los españoles en cumplimiento de las promesas de don Juan Carlos.

Especial mención hizo el presidente del Senado -un tercio de cuyos 182 miembros ostentan una representación territorial- al tema de las autonomías. Aludió a «la proclamación, en un ambiente entusiasta, de la autonomía de Cataluña, a la vez principio y presagio de una reforma del Estado sobre bases regionales».

Comisión de empresarios

De la jornada de los Reyes en Bruselas, que fueron recibidos en el aeropuerto por los soberanos belgas, cabe destacar la visita del Rey a la Academia Militar, en donde escuchó las explicaciones sobre la utilización de modernas ciencias como la química aplicada y la informática a la enseñanza militar, tras pasar revista, bajo una fina lluvia, a los alumnos.

Por la tarde, don Juan Carlos y doña Sofía, tras el acto del Parlamento, se dirigieron al Ayuntamiento de Bruselas, en cuya gran plaza aguardaban varios centenares de personas, en su mayoría emigrantes españoles, y, entre ellos, algunos grupos folklóricos, que aclamaron a los Reyes.

En el Ayuntamiento, los Monarcas españoles recibieron el homenaje del alcalde de Bruselas y los Reyes tuvieron que asomarse al balcón principal. Una comisión de sesenta empresarios belgas y tres españoles, que durante dos días han celebrado conversaciones sobre los problemas de la situación precomunitaria en España, ofrecieron a los Reyes las conclusiones de su trabajo. Dos de las principales ponencias estuvieron a cargo del presidente del Consejo Superior de Cámaras, José de Ysasi-lsasmendi, y el empresario Carlos Ferrer.

De las conclusiones ofrecidas a don Juan Carlos destaca la constatación del grado de interdependencia económica entre España y los países del Mercado Común, la aspiración a una «unión económica y monetaria, coronada en su fase final por una unión política», y la esperanza de que los debates futuros sobre la adhesión española culminen con éxito.

Más tarde, los Reyes de España recibieron en la embajada de nuestro país, en compañía del jefe de la representación diplomática, Nuño Aguirre de Cárcer, a los representantes de la comunidad española en Bélgica, funcionarios españoles cerca de la comunidad y otros organismos y periodistas españoles.

La jornada finalizó con una cena de gala, ofrecida por los reyes belgas a los Monarcas españoles. A la hora de los brindis, don Juan Carlos resaltó que Bélgica y España comparten «una misma voluntad política europea, una concepción similar del mundo y sus valores, un proclamado deseo en favor de,una estructura social democrática y plural». Asimismo dijo que Europa debe superar las concepciones estrechas que quisieron hacer de ella un gigantesco mercado, «para enconttar una nueva racionalidad económica al servicio del bienestar».

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