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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Beatriz Balmaseda

Leo en Marie Claire, edición española, un capítulo del libro de Beatriz Balmaseda, titulado La mujer, la pata quebrada y en casa, capítulo donde la autora me alude profusamente. Y negativamente, claro.No he leído el libro completo, no lo he comprado, porque primero me compro las revistas mondaines que hacen de la mujer un objeto perfumado (Marie Claire) y luego leo los libros de las feministas. O sea para conocer los dos puntos de vista, para escuchar a las dos partes de la cuestión. Pero como todo anda tan confuso y todos tenemos tanta prisa -prisa por todo, prisa de todo: Rosa Mateo me dice que ella es Antígona, que lo quiere todo aquí y ahora-, resulta que en una revista como Marie Claire, tan francesa, tan afrancesada, tan cultivadora de una feminidad tradicional envuelta en pieles, tan hortelana exquisita de ese jardín umbrío que es para los machistas el cuerpo de la mujer, resulta que en esa revista colabora Beatriz Balmaseda, femenista impecable, aséptica, austera, dura, inteligente y valiente.

No hay más remedio, Beatriz, amor. En tiempos de Franco, a la revista Triunfo la criticaba Mundo Obrero por dar anuncios burgueses. Pero si no das anuncios burgueses no hay pasta para hacer revistas antiburguesas. A mi me criticasn a veces por dar mis textos y mis contextos moderadamente subversivos en la prensa liberal, cuando mucho, y tú, Beatriz Balmaseda mujer fuerte de la nueva Biblia feminista, tienes que colocar tu mensaje de rebeldía y emancipación en una revista de mujeres objeto, de mujeres-pantera, en.el mismo número que trae «la suntuosa elegancia de invierno». Porque es que si no, no lo colocas, Beatriz, amor. No te conozco, Beatriz, amor, pero conozco a tus tres hijas, Leticia, María y Beatriz. Leticia me trabaja violentamente el páncreas con el codo y me dice que eso de ser escritor es una merde. María y Beatriz se cuelgan de ambas puntas de mi bufanda y se balancean felices y furiosas, como dos gorgonas bellas y diminutas. Yo creo en esa generación de mujeres que viene, porque serán ya femeninas sin tener que seguir siendo feministas, como los españoles serán europeos sin necesidad de ser europeístas, como ahora. O sea de una manera natural. Pero vosotras, nosotros -ay-, somos unas generaciones envenenadas, malogradas, enfermas, llenas de rencores y recelos mutuos, heredados, y es ya difícil que nos entendamos, Beatriz, amor. Aunque el ejercicio de humildad que has hecho metiendo tu altiva proclama feminista en una publicación de mujeres-objeto (muy bien llevada por mi querido amigo el machista, López-Sancho), debieras convertirlo en extensivo a toda tu actuación y reconocer que hay pactos, concesiones, circunstancias, cosas porque la naturaleza humana es problemática. Y vosotras -arcángeles duros de un nuevo puritanisnio a la inversa- queréis una humanidad ilesa y un sexo frío.

Hay como un pleito siempre pendiente entre las feministas y yo. Sólo tengo que decir que esto como es obvio, con todas las razones y pasiones de las feministas, pero no por eso voy a renunciar a la dialéctica erótica de los sexos, que incluye el humor liberatorio, ni a usar, en lugar de ligas ejecutivo, un cilicio hecho a medias por Lidia Falcón y por ti. Mi suprema moral es denunciar a los atroces moralistas de derechas o de izquierdas, a los que quieren una humanidad espartana, aburrida y, finalmente, agresiva. Denuncio modestamente el puritanismo en Mao o en las womens lib, creo que cuando la libertad -por la que tan lúcidamente lucháis- se encona en dogma, estamos entrando en otra Edad Medial (La Edad Media vuelve siempre, como bien sabe y enseña Mircea Eliade.) Y además entrando en falso -todo puritanismo es- una hipocresía, empezando o terminando por el franquista-, ya que hay que hacer cada día, Beatriz, amor, la concesión de publicar artículos subversivos en semanarios conformistas, como hago yo, o manifiestos feministas en Marie Claire, como haces tú, dejando tu valiente proclama entre grandes colecciones de pieles, tratamientos para las piernas ebúrneas y recetas de repostería. Ay, Beatriz, amor.

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