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Necesaria y urgente clarificación sindical

Dos sindicatos (UGT y CCOO) y el Gobierno fijarán mañana un calendario para la negociación de los temas que configuran el interés laboral y sindical del país en estos momentos: acción sindical en la empresa y consiguiente elección de sus órganos de representación obrera, destino del patrimonio sindical acumulado durante la vigencia del verticalismo; estatuto del trabajador y derogación de la normativa sobre despido; y regulación del derecho de huelga. De esta manera se reanudan formalmente las negociaciones que, sin ninguna explicación por parte oficial, quedaron interrumpidas el pasado 14 de septiembre, fecha en la que tuvo lugar la última reunión de la representación gubernamental con los siete sindicatos que por entonces consideraba interlocutores válidos la Administración.En el mes y medio transcurrido desde entonces han surgido una serie de hechos que sitúan la negociación que mañana se reemprende en un contexto diferente. Entre estos hechos, la firma del pacto de la Moncloa, entre el Gobierno y la Oposición parlamentaria, habrá de suponer, sin duda, un auténtico hito en la reciente historia de las centrales sindicales, cuya existencia ha sido ignorada en los prolegómenos negociadores que han hecho posible el pacto. Una vez suscrito éste, las centrales (dos de ellas tan sólo, Comisiones Obreras y la Unión General de Tabajadores) fueron llamadas por el Gobierno para darles cuenta de su contenido y solicitar su apoyo.De esta manera, la estratégica sagacidad del presidente Suárez pretende conseguir un pacto social sin necesidad de negociarlo con una de las parte en él implicadas: las centrales. El Gabinete Suárez persigue obtener la garantía sindical de que las medidas económicas, que junto con las políticas conforman el pacto de la Moncloa, serán aceptadas por los trabajadores. En definitiva, que los topes salariales y las concesiones en materia laboral que el documento reconoce a las empresas no sean contestados por los trabajadores, con la consiguiente conflictividad como recurso reivindicativo.

Fórmula de compromiso

Tan sutil pretensión gubernamental ha obtenido una eufernístiea respuesta por parte de CCOO y UGT, mientras en el resto del espectro sindical -ignorado por el Gobierno, y, consecuentemente, excluido de la negociación que mañana comienza- el rechazo del pacto ha sido unánime. Frente al tajante rechazo de los sindicatos marginados por el Gobierno (sindicatos que, o bien no presentan una definida vinculación a ningún partido político, o si dejan de sentir la influencia de alguno, éstos son extraparlamentarios, como es el caso del PTE o de la ORT, inspiradores políticos del sindicalismo unitario), CC OO y UGT han optado por una fármula de comprornlso que, salvando la cara ante su clientela al criticar los topes salariales, ha evitado un mal trago a los partidos a los que políticamente aparecen vinculados aceptando el pacto en su conjunto, en un intento de contribuir a la superación de lacris is económica y sin renunciar a la defensa de los intereses obreros.En definitiva, aun cuando las matizaciones de unos y otros puedan haber satisfecho intereses estratégicos de partidos, sindicatos, y Gobierno, el pacto está en marcha y de su cumplimiento depende, la superación de la crisis económica. Que los sindicatos apoyaran o no su contenido, además de fundamental para su viabilidad, era definitivo para la definición misma del panorama sindical. La respuesta de los dos grandes y la elitista selección que el Gobierno ha hecho a la hora de dar explicaciones a los sindicatos, han contribuido de manera definitiva a delimitar el marco sindical. Al menos el marco sindical que cuenta para el Gobierno y para los partidos.Otra cuestión es establecer el marco sindical en el que deberán moverse los trece millones de trabajadores que integran la población activa. Y en este sentido, tan sólo las elecciones sindicales podrán establecer la presencia real de las diferentes siglas desde las que hoy se pretende la captación de los trabajadores. Es urgente, por tanto, la celebración de elecciones para lograr de una vez el marco sindical que coresponda a la realidad, abandonando presiones oficialistas desde el Poder (y no se olvide que en las democracias la oposición también es poder) y acabando con la demagogia a la que obliga la competencia entre sindicatos por colocar sus siglas en buen lugar.

Conviene no ignorar que si bien la letra del pacto se ha escrito en los despachos, su música -por lo que se refiere a los sacrificios que comporta para la clase trabajadora- se dejará oír en las empresas. Y es en éstas donde el marco sindical debe ser auténtico, el que se corresponda a la realidad del país. De lo contrario, la falta de representatividad obrera, que en el vertical se suplía con atribuciones de la democracia orgánica, podría volver a repetirse, con el agravante de que en la democracia de hoy se carece de sucedáneos para encubrir la auténtica defensa de los intereses de la clase trabajadora.

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