Clases de oratoria en el hemiciclo
El hemiciclo de las Cortes es un excelente laboratorio de palabras y en este sentido el palco de la prensa constituye un puesto privilegiado de espía para analizar el grado de elocuencia, la calidad de la oratoria y el uso y consumo del idioma. En las Cortes se refleja la medida exacta de la exaltación y deterioro de la lengua castellana.Después de tres meses de parlamentarismo a caño libre ya se puede llegar a una conclusión. Allí no se ha destapado todavía el pico de oro. En las Cortes, a estas alturas, se ha producido un gran surtido de emociones de variada calidad, todo eso que la garganta necesita para excitarse y sacar las íntimas pasiones del verbo, los tonos de la faringe. Si se exceptúa el de oro, que tal vez esté todavía precintado en cualquier escaño, puede decirse que en el hemiciclo hay picos de toda clase de metales, desde la plata al hierro fundido.
Los oradores de Alianza Popular usan normalmente el tono patético, con el diapasón alto y el compás cuatro por cuatro para marcha solemne; utilizan mucho los golpes de platillos y rematan los flecos del discurso con el bombo, con desgarros intermedios de trombón de varas. Fraga saca los folios, los deposita bajo el flexo del pupitre sin abandonar el ceño arqueado, cuelga la mano con el pulgar en el bolsillo del pantalón y comienza la oración siempre en punta, mordiendo el final de cada palabra, devorando a dentelladas el rabo del párrafo. Su oratoria es atropellada, pero efectiva, con argumentos rotundos rociados con chispas de salivilla. Fraga da la sensación de un señor muy atareado, que lleva prisa y por eso se abre camino a codazos hacia el fondo de la cuestión. Está bien asistido con la maza por Silva y Fernández de la Mora.
Los socialistas gastan un lenguaje intermedio, típico de facundia andaluza; es una escuela sureña de hablar que une un tono mórbido y lujuriante con modismos de marketing, con jerga de ejecutivos. Felipe González sabe leer a la perfección ese tipo de literatura política. Alfonso Guerra ha esculpido su personalidad de orador interpolando en el folio unos adjetivos de castigo. Pero hasta ahora el socialismo tiene en Gómez Llorente su mejor tribuno, un crisóstomo que fuma en pipa y habla muy ceñido y con elegancia cuando la apea del labio.
Los diputados de Centro Democrático en vez de soltar discursos se limitan a dar explicaciones. Desentrañan con cadencia leguleya, con sonsonete de informe técnico el análisis de los proyectos de ley o la refutación de las enmiendas, con una pasión ahormada de funcionarios que están en posesión del otrosí. Por sus escaños corre siempre un fuego apagado por el procedimiento. Ellos defienden el título y no necesitan el ardor combativo del aspirante.
Los comunistas tienen la voz mitinera, hecha al descampado o a la sala de máquinas. Pero Carrillo, que no es orador, aunque Posea una voz de aguardiente y tabaco negro, ha sabido adaptar el tono al cubicaje del recinto y a la sicología de la parroquia. Tiene reflejos. Consigue su momento estelar cuando explica los entresijos del drama de una forma paisana, como un Aristófanes de labio salido. Tierno Galván da lecciones de cátedra, compone verbalmente bellos avisos, habla con una sinceridad un poco herida y con pensamientos de intelectual perfectamente vertebrado, estructura sus discursos con el dedo índice de las advertencias siempre levantado. Arzallus adopta un tono de declaración de amor, muy laico y moderno. Alvarez de, Miranda ha terminado por caer simpático con sus balbuceos. Parece un Demóstenes que aún no se ha quitado la china de la boca.
Por supuesto, esta Cámara no va a ser aquella de a su señoría le huele la camiseta o lleva los calzones bordados y qué indiscreta es su señora. Aquí hay un lenguaje más técnico, una rabia más ceñida al texto, problemas más científicos, períodos más cortos, cuestiones más difíciles, que tratan de resolverse con un castellano más estropeado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.