"La sangre habla, y no puede mentir"
La casta Vistahermosa se originó con una punta de vacas y algunos machos, propiedad de labradores sevillanos, que adquirió en 1775 Pedro Luis de Ulloa, conde de Vistahermosa. A este ganado incorporó el conde la casta de Cabrera, prototipo de bravura en la época, y durante años realizó una esmerada selección, la cual dio por fruto unos toros de espléndido trapío (no necesariamente grandes), cabeza proporcionada y recogida, finos de cabos, pelos predominantemente negros o cárdenos, alegres y nobles.Con la evolución del espectáculo, y principalmente cuando el mayor protagonismo del mismo pasó al matador, la demanda fue de toros que se prestaran al lucimiento en las diversas suertes de capa y muleta, sin molestar por su desmedida codicia, sin aterrorizar por su aparatosa presencia. Los vistahermosa daban plena respuesta a estas necesidades, y por ello la gran mayoría de las ganaderías se inclinaron por esta rama -vistahermosearon, como se dice en el gremio-, mientras en la selección desechaban todo o parte de cuando tenían procedente de las demás castas originarias. En consecuencia, éstas quedaron como reductos aislados, en mezcolanzas apenas reconocibles o en trance de desaparición.
Prácticamente perdida en España la casta navarra, de la que hablábamos ayer, se caracterizó por el toro terciadito, nervioso y con genio. Con ella pervivieron la gijona, formada a principios del siglo XVII en Villarrubla de los Ojos (Ciudad Real); toros coloraos de vivo temperamento, de la que hay restos en las ganaderías colmenareñas y más peculiar mente en la de Aleas. La de lo Gallardos del Puerto, que data del siglo XVIII, típica de reses poderosas y con talla, de la que hay reminiscencias en Pablo Romero. La de Zapata, asimismo del XVIII; animales castaños y salineros, de poder, trapío y dureza, posiblemente extinguida. La de Cabrera, coetánea de las anteriores, de toros largos, agalgados, duros y de sentido; pelaje negro, cárdeno o colorao ojo de perdiz; verdaderos protagonista de la fiesta en su época, figuran en la formación de diferentes ganaderías, entre ellas la de Miura, pero es muy posible que esta casta se haya extinguido también. La colmenareña, ejemplares bastos, cornalones, duros de pezuña, con abundancia de retintos y coloraos. Y la vazqueña, nacida en Utrera en 1780, con incorporación de reses de Vistahermosa y Cabrera, todo lo cual, en escrupulosa selección, dio un tipo de toro que podríamos considerar nuevo, de excelente clase, capa variada -incluso multicolor-, codicioso, corpulento y poderoso.
Refrescar la sangre
Conseguido el toro ideal que en cada giro de la fiesta exigió el mercado taurino, el paso siguiente ha sido, como demuestra el estado actual de la ganadería de bravo, una cierta decadencia o incluso degeneración de la casta. El interés de los ganaderos es ahora, por tanto, refrescar la sangre, incorporar a sus productos las mismas determinadas características predominantes que en su momento desecharon porque no convenían a la línea de toro que querían conformar. Su problema es que no saben con certeza dónde se encuentran esas castas. A la muy legítima reserva que cada ganadero guarda respecto a la genealogía de sus reses se une la maraña de mezclas realizadas a lo largo de estos dos siglos, y muy especialmente en los últimos cincuenta años, de tal manera que hasta al ganadero le sería extremadamente complicado encontrar en sus propios dominios las castas originarias. Para ello la morfología del toro es un dato, pero equívoco, y lo mismo su comportamiento en la tienta o en la lidia. En estas circunstancias la situación podría ser casi desesperada, pero el departamento de Genética de la Universidad de Zaragoza, que dirige el profesor Zarazaga, ofrece la solución. Mediante cuatro cauces: análisis de sangre, estudios craneales y de huella nasal y conservación del semen. Esta es una tesis del profesor: «La sangre habla, pero, además, no puede mentir.» Y para la búsqueda del recurso genético animal emplea el análisis de sangre, con la utilización de unas técnicas de absoluta garantía, que desde hace siete años contrasta con la ISABR. (International Society Animal Blood Research), organismo de la más alta solvencia internacional, del que España forma parte solamente a través de este laboratorio de Zaragoza. En dichos análisis se estudian 35 factores entre grupos sanguineos y polimorfismos bioquimicos. El plan de trabajo es extraer de las ganaderías representativas, aquellas que encuadran más característicamente las castas (no pasarán de una docena), muestras sanguineas a nivel significativo; confrontarlas con los registros genealógicos; situar la convergencia de la historia de las ganaderías aludidas con la instantánea de los resultados.
Estos resultados -nada de ciencia-ficción: realidad científica- supondrán el conocimiento profundo del estado genético de cada explotación; al tiempo de la homogeneidad, diversidad o disparidad de cada una de ellas y su distancia genética. Podrían quedar perfiladas, de este modo, las distintas procedencias, y cuando un ganadero cruce sementales sabrá que no son de ganaderías próximas en su base, y evitará así que se produzca la depresión consanguínea; y cuando pretenda incorporar a su divisa una o varias características determinadas (talla, bravura, temperamento, resistencia a las enfermedades, etcétera), contará, por supuesto, con una amplia gama de posibilidades, pero también -es de esperar- con la certeza de dónde encontrará lo que busca.
Babelia
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