Las «ocupaciones» de pisos
El motivo de la presente es pretender aportar datos y opiniones sobre la ocupación por la fuerza de viviendas en el barrio de San Blas, opiniones y datos que pueden servir de clarificación, o al menos de reflexión a la opinión pública.Quiero, en principio, llamar la atención. sobre el planteamiento demagógico que se está haciendo del complejo problema. Se dice insistentemente que faltan viviendas, y, sin embargo, hay otras vacías; la «solución» es ocupar éstas. Pues bien, cualquiera que no sea miope puede observar que viviendas hay y de sobra, lo que no hay es dinero para comprarlas. Y el que no lo haya es debido a la injusta distribución de la renta en nuestro país y a la especulación del suelo que realizan un puñado de oligarcas.
Los partidos políticos que apoyan la ocupación utilizan de forma demagógica la frase: «Las viviendas las ha pagado el pueblo y el pueblo tiene derecho a ocuparlas. » Pues bien, aunque en algunos casos esto no sea muy distante de la realidad, en otros es mentira. La vivienda la ha pagado un señor que sí es parte de ese pueblo o de lo contrario nunca hubiera vivido en San Blas, y la ha pagado, o la está pagando, con el sudor de su frente. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a las viviendas de gran parte del Polígono H de San Blas, que no dependen de la Obra Sindical del Hogar, sino de un organismo autónomo dependiente del Ministerio de la Vivienda. La concesión de estas viviendas no fue una obra de caridad, ni un regalo, sino una estafa. El precio de estas viviendas era similar al de otras de parecidas características. Había que pagar de veinte a 25.000 pesetas de entrada, según los casos, y unas mensualidades que ahora parecerán ridículas (seiscientas pesetas), pero que entonces, hace dieciocho años, representaban la tercera parte del salario de un trabajador medio. Siendo el precio similar al de las viviendas sin «protección», el estado en que las entregaron no fue el mismo; ventanas tan ridículas que no entraba siquiera la luz y que a modo de cristales tenían cartón gordo, suelo de «ladrillo catalán», amalgamado con cemento seco que no se molestaron en quitar, cristalera cerrada a modo de balcón, no hablemos del cuarto de baño y la cocina. Los vecinos tuvieron que hacer las reformas, a costa de su bolsillo, para que las viviendas fueran algo parecido a eso: viviendas. Por supuesto, las maquetas y ofertas que enseñaron no se parecían a la realidad. Hubo reclamaciones, pero, como era lógico acabaron en la papelera de algún jerifalte franquista.
El asalto a una vivienda es un «allanamiento de morada» y una «apropiación indebida» en términos legales. En términos reales es una incitación a la violencia, violencia que ya ha surgido y que si las cosas siguen así puede costar mucho más que una vivienda: una vida humana. Si a determinados partidos no les importa que haya sangre con tal de rentabilizar el problema, allá ellos, a mí y creo que a cualquiera que no sea un irresponsable, sí me importa.
Hay quien dice que la ocupación de una vivienda es una expropiación; yo digo que es un robo, dicho esto sin intención de ofender a quienes encontrándose en situación desesperada lo han realizado. Es un robo con el agravante de que el propietario había sido estafado antes. Si las cosas siguen así, la estrategia seudorrevolucionaria de algunos partidos pasará por asaltar bancos. De verdad, sería más justó, pero seguramente sería menos rentable cara a las municipales. Se pueden decir muchas más cosas, pero creo que con esto se puede hacer reflexionar a los que tienen buena fe.
El problema existe y también existen soluciones. La primera de ellas es construir de verdad viviendas sociales, pero que no valgan como ahora a millón y medio. La segunda es acabar con la corrupción que existe en organismos oficiales. La tercera, se refiere concretamente al tema de las viviendas desocupadas. Que el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo indemnice a los propietarios con el valor real de su vivienda, que no es el mismo que han pagado, por la simple razón que una peseta de hace dieciocho años vale muchas pesetas de ahora. Eso sí, que el precio no sea especulativo, y que el Ministerio cobre las mismas pesetas al nuevo propietario que las que tuvo que pagar el antiguo. El precio sería una ganga para el nuevo propietario, ni con mucho, la mitad de lo que vale ahora una vivienda "social".
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