El tiempo juega a favor del Polisario en la guerra de desgaste del desierto
A menos de treinta kilómetros de esta localidad, transformada en un bastión militar argelino, comienza la zona controlada administrativamente por el Polisario, en la que se encuentran instalados actualmente, en veintidós campamentos o dairas, 105.000 refugiados saharauis.
La aridez del desierto es el escenario natural donde se desarrolla lo que inicialmente parece ser una existencia anodina y que en realidad constituye una minuciosa suma de quehaceres sociales que los saharauis definen como la puesta en práctica de la «democracia directa».Durante la visita que hemos efectuado a la daira de Guelta, constituida por un grupo de jaimas, o tiendas del desierto, en las que residen 4.800 personas, fuimos recibidos por el Consejo Popular local, organismo encargado de la administración y compuesto en su mayor parte por representantes femeninos.
El Consejo, integrado por once personas, se ocupa de cuestiones tan diversas como el aprovisionamiento, la educación, la defensa local y el artesanado. Su composición obedece a la imperiosa necesidad que tienen los saharauis de empleara los hombres en misiones de combate; al mismo tiempo, denota la voluntad del Polisario de integrar a la mujer en tareas de responsabilidad, siguiendo el ejemplo de los palestinos.
Cada,uno de los refugiados se encuentra encuadrado en el seno de comités de daira y recibe una formación profesional y militar supervisada por el Consejo, el cual se reúne cada ocho meses con los otros siete organismos similares que forman una wilaya, o región, en el marco del congreso popular de base.
Los polisarios han extendido su campo de operaciones a todo el Sahara, el sur de Marruecos y una gran parte del territorio mauritano. Su adaptación a las penosas condiciones del desierto es considerablemente superior a la de marroquíes y mauritanos. Su capacidad de camuflaje es sorprendente, a juzgar por uno de los oficiales mauritanos capturado el mes pasado, quien afirma que ni siquiera la observación aérea es capaz de descubrir la dimensión de los efectivos empleados por aquéllos en una operación determinada.
En los campamentos se toma en consideración la eventualidad de un ataque generalizado de Marruecos y se han adoptado las medidas apropiadas de defensa. Pero al caer la noche, tras una jornada en la que las temperaturas pueden elevarse por encima de los 45 grados, los refugiados se reúnen en semicírculo junto a un escenario improvisado con unos ladrillos, iluminado espectralmente por los faros de dos o tres Land Rover, para entonar canciones o asistir a una pieza teatral, que casi siempie se refiere a la entrega del Sahara por España.
Hay, visiblemente, un desarrollo continuo de la movilización enfocada a una resistencia a largo plazo, mientras se mejoran las estructuras sanitarias y las condiciones de vida en las dairas. Su supervivencia constituye para los saharauis la respuesta a la tesis marroquí que considera que el Sahara estará siempre en las manos de quienes ocupen las principales plazas.
Por larga y dura que sea la guerra en la que se encuentran enzarzados los saharauis estiman que el tiempo se halla de su parte y la rapidez con que se suceden los acontecimientos parece confirmar esa impresión.
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