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Alemania Federal: el secuestro de Schleyer, pretexto de una gran batalla política

Progresivamente, el secuestro del presidente de los empresarios alemanes, Schleyer, que dura ya una semana, va convirtiéndose en un motivo de tensión en las conciencias alemanas. El Gobierno ha vuelto a retener informaciones «para no dificultar las pesquisas», y quienes mantienen en su poder al «superempresario» alemán han aceptado al abogado ginebrino Payot como contacto en sus comunicaciones con el Gobierno, a pesar de todos los riesgos que esto comporta.

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Sin embargo, y por encima del secuestro, las tensiones políticas van en aumento. Algunos diarios conservadores se resisten a interpretar positivamente el gesto de notorias personalidades liberales, como el premio Nobel de Literatura, Heinrich Boell y los pastores evangélicos Gollwitzer y Albertz, que han hecho públicos sendos llarnamientos a la fracción del Ejército Rojo para que ponga en libertad a Schleyer. El Frankfurter Allgemeine Zeitung atribuye sobre todo a Boell el haber formulado anteriormente «faltas increíbles, al «estado de derecho» que representa la RFA. Esta desvalorización de las figuras, que sin interés político alguno, formulan críticas al sistema político-económico alemán y ahora intervienen como «hombres buenos» en el secuestro parece un signo claro de que aquí el pasado no se ha olvidado, ni hay voluntad de olvido.Nadie debe extrañarse de que la izquierda arremeta y, sin defender el secuestro como instrumento de cambio político, recuerde también que Schleyer fue durante la dictadura hitleriana, jefe local de las SS (con el carnet número 227.014), jefe de las organizaciones juveniles nazis en la Universidad de Heidelberg, delator probado de un grupo hitleriano jefe nazi en la Universidad austríaca de Innsbruck, donde hizo su tesis en econornía sobre «grupos raciales",y , finalmente, presidente de la asociación de la industria alemana en Praga durante la ocupación nazi, es decir, como dice la izquierda, «responsable del expolio de bohemios y moravos, en nombre del Reich». E l ex miembro de una organización criminal ha sido secuestrado por miembros de otra organización criminal», comenta a este respecto el periódico Extradienst, de Berlín.

A una semana del «suceso de Colonia», algunos socialdemócratas empiezan a pedir claridad. El jefe de la fracción de este pártido en el Parlamento, el veterano Herbert Wehner, reclama a la oposición que especifique sus objetivos cuando analiza el secuestro.¿Qué pretende realmente la democracia cristiana cuando reclama control de las conversaciones de abogados y detenidos políticos y represión de simpatizantes con el terrorismo? Wehner dice que si un atentado no es un «hecho político», en lo que parecen estar de acuerdo todos los partidos representados en el Parlamento resulta absurdo darle respuesta sobre una base política, convirtiendo un hecho en un problema.

Discutibles o no, las razones que aporta Wehner, lo cierto es que Alemania no supera la conmoción provocada por el caso Schleyer. La mitad de los ciudadanos de este país se siente amenazada, lo cual es un paso hacia la sicosis de guerra civil que ha anticipado el escritor Golo Mann, hijo de otro notable «radical» y «simpatizante con el terrorismo", Thomas Mann.

La prensa conservadora pide ahora insistentemente que se vigile de cerca a los comunistas y otras organizaciones marxistas, dando a entender que son «aliados de los terroristas». Este clima ha desembocado en una clara proclividad de los alemanes por la restauración de la pena de muerte (un 67 %, según el ultraconservador Welt am Sonntag) y una mayor dureza contra las «causas» del terrorismo (78 %), lo cual conecta con la pretensión de la Democracia Cristiana, aquella por la que pregunta Herbert Wehner.

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