Los avatares de la música hispanoárabe
León Felipe habló de canciones exilíadas con los hombres. En la triste y larga historia nuestra de los destierros por emigración voluntaria, o por forzado extrañamiento, a ninguno se puede aplicar con rigor el pensamiento del poeta, sino a los músicos hispanoárabes. En América viven las canciones salidas de nuestro suelo a lo largo de cinco siglos, y desde Bulgaria a Israel y Marruecos, suenan todavía -¿por cuánto tiempo?- los cántidos sefardíes, aun los perdidos en las tierras peninsulares; no porque fueran arrancados de raíz con los cantores, sino por obra del tiempo y la mudanza de los hombres y costumbres. Emigrantes indianos yjudíos llevaron consigo nuestros cantares, legítimamente, porque también eran suyos pero, tesoro común, dejaron aquí nuestra parte.Un tesoro musical perdido
Otros han sido los avatares de la musica hispanoárabe, ésta sí perdida para nosotros con el éxodo de quienes, al dejar con lágrimas en los ojos la también suya Espana, no dejaron aquí su tesoro musical, ciertamente creado en nuestro suelo y sobre mol des hispánicos, más como peculio de gentes refinadas de las cortes que no compartieron ni siquiera con su propio pueblo llano. Hoy, al cabo de los siglos, sí ha llegado hasta él, cuando menos hasta los que componen el celo artesano, principal conservador y cultivador de este arte en Libia, Túnez, Argel y Marruecos, aunque siempíe en la minoría andaluza, orgullosa de su estirpe española.
Larga historia la de los destíerros por ella sufridos. Comienza en las luchas intestinas de los taifas y tiene su remate en el reinado de Felipe III, con la expulsión de los moriscos, hispanizados ya, hasta en el lenguaje, que han conservado por casi tres siglos, junto con algunas costumbres nuestras, y de los cuales tan poco sabemos a pesar de la reciente publicación de un libro donde se recogen las primicias de la investigación que a ellos ocasionalmente se ha dedicado. Hitos principales de tales exilios, las grandes etapas de la reconquista, especialmente las señaladas por la entrada de los cristianos en Córdoba, Sevilla y Granada.
La primera escuela de canto de Occidente
Más larga es la historia de esta música, iniciada propiamente con la creación en Córdoba de la escuela de canto, primera en Occidente, por el gran maestro de muchas artes que fue Ziryab, huido de la corte de Harún el Raschid. Obra cimera de esta escuela fue la creación de la muachajá, revolucionadora de la música y de la poesía árabe, aun la oriental; con ella, del zéjel, uno y otra conocidos a través de tierras y mares por la obra de lbn Quzmán, principalmente. A su invención debemos, a través del descubrimiento de las llamadas jarchas mozárabes, la certeza de que en España preexistía el tipo de canción-molde donde aquéllas se sobreponen y vacían: el villancico nuestro, ya revelador de su origen popular en el nombre, y que Covarrublas definió canción de villanos cuando se solazan. Y, de tal testimonio, la plena convicción acerca de su mayor antigüedad sobre toda otra canción profana conocida en la Europa románica.
Por obra del Instituto.Hispano-árabe de Cultura, editor asimismo del libro sobre los moriscos, ha vuelto a España y a Madrid noticia y goce de este tesoro en un ciclo a él dedicado, lejanos los días en que las exposiciones de pintores de Africa prestaban marco y ocasión para conocerlo en los salones del Círculo de Bellas Artes.
Veinte años de silencio y au -sencia quiza no sean muchos si contamos los que hubieron de transcurrir desde la expulsión de los granadinos hasta las últimas décadas del XVIII, cuando Juan Andrés y Esteban Arteaga, jesuitas expulsados por Carlos III -un exilio más-, iniciaban la polémica, viva hasta nuestro días, sobre la influencia de la poesía y de la música árabe sobre la poesía europea. No faltaron luego los españoles que investigaron en ese campo con mayor o menor fortuna y provecho: Daniel, Soriano Fuentes, Ribera, por no contar otros. Hoy, cuando tanto interesa el maridaje de culturas, esta música, fruto delicioso de Oriente y Occidente en abrazo de siglos, bien merece la atención de unas líneas.
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