Socialistas-comunistas una polémica forzada por la posibilidad de vencer
«Nosotros no imaginamos una ruptura», nos declaró ayer Claude Estier, dirigente nacional del Partido Socialista (PS) y hombre de con fianza del primer secretario Francois Mitterrand. El mismo portavoz añadió: «Las divergencias actuales terminarán con un acuerdo, es nuestro sentimiento, al menos. Para ello, se celebrará una reunión de los tres líderes de la Unión de la Izquierda el 14 o el 15 de este mes, pero muy probable mente no se resolverán todos los problemas en una sola sesión. En tal caso, nosotros, los socialistas estamos dispuestos a aceptar una segunda, pero de manera más o menos inmediata.»La estimación del dirigente socialista es compartida en los me dios políticos galos y la corroboran los analistas, pero cada cual deja una puerta abierta «por si el, Partido Comunista aún esconde una sorpresa». No es probable que el PCF sorprenda a nadie, pero su desconfianza en el PS es también del género visceral y, aunque se realice un acuerdo firmado a lo largo de este mes, se sospecha que continuará azuzando a los socialistas hasta la víspera de las legislativas «históricas».
Posibilidad de victoria
Políticamente, la controversia violenta y basada en cuestiones fundamentales, entre los dos partidos esenciales de la Unión de la Izquierda (el tercero, los Radicales de Izquierda, ha sido hasta ahora el «niño pequeño», que no ha pasado de intentar afirmar su personalidad) ha sido forzada porque, por primera vez, ante unas elecciones generales, la coalición de izquierdas, con un programa socialista, se ve a las puertas del poder. Todos los datos palpables favorecen, este desenlace en los comicios de marzo de 78: desde las últimas elecciones presidenciales, en 1974, y cómo consecuencia de la decepción producida por la política giscardiana, la izquierda no ha hecho más que comerle terreno a la derecha: los comicios cantonales del año pasado, los municipales, de marzo último y los sondeos de todo género han colocado a la Unión de la Izquierda a la altura del 54%.
La posibilidad de vencer y, en consecuencia, la responsabilidad de la gestión del país aconsejó a los tres partidos de izquierdas la actualización del Programa Común que habían elaborado y firmado en 1972. A mediados de julio, todo parecía resuelto: una comisión, formada por quince representantes de los tres partidos, había revisado el texto programático sin dificultades insuperables.
Estrategia de la sospecha
Pero no se había contado con el ímpetu renovado del secretario general del PCF, Georges Marchais, tras su mes de vacaciones en Córcega. Su desafío al PS lo inició con una de las cuestiones más delicadas de la política de un Gobierno que dispone de la bomba atómica: la defensa nuclear. «¿Por qué los socialistas no aceptan claramente una defensa atómica, como lo hacemos nosotros, y con qué intenciones proponen un referéndum sobre esta cuestión para después de las legislativas?» Era el interrogante de los comunistas, que sospechaban intenciones atlantistas, es decir, preservar la posibilidad de un cambio de alianzas a nivel interior en caso de fracaso en la realización del Programa Común. Los socialistas responden a estos recelos: el mantenimiento de la bomba atómica, contrariamente a lo que se había previsto en el programa de 1972, ¿no significa, por parte de los comunistas, que llegado el momento preferirían alinearse a la diplomacia de Moscú?
Así se desencadenó la «estrategia de la sospecha» del PCF, contra la «estrategia de la nebulosa artística» de los socialistas, según calificación de un dirigente del PC. Las nacionalizaciones, las medidas sociales (jerarquía de salarios y salario mínimo de los obreros) y el reparto de carteras si la izquierda llegase al poder, alimentaron el debate fundamental entre los dirigentes de los dos partidos a lo largo de las últimas semanas. Pero detrás de la discusión de los problemas reales, con vistas a gobernar a una Francia encarrilada por la vía del socialismo, siempre ha latido la sospecha, la desconfianza profunda, histórica, entre dos partidos que, en definitiva, hasta la fecha al menos, han analizado el capitalismo y sus crisis de manera diferente.
Análisis discrepantes
El PCF quiere llegar al poder y desde el primer momento, demostrar que se ha empezado a cambiar de sociedad con hechos palpables. El PS se dice inspirado por los mismos deseos, pero entiende que «la izquierda en el poder, con Giscard d'Estaing en la presidencia de la República, sería como estar sentado en una rama desgajada». A pesar de las nacionalizaciones, razonan los socialistas, el 75% del aparato de producción y de la fortuna privada seguirá en manos de la derecha en el exterior. Sobre todo Estados Unidos pueden maniobrar el mercado de capitales y los organismos financieros internacionales. Y esto, sin olvidar la URSS, que teme el «mal ejemplo» para el Este que supondría un éxito de la gestión de la izquierda democrática en Francia.
Pero, una vez más, tras el maximalismo de los comunistas, el PS adivina la intención del PCF: con la ayuda de su potente central sindical, la CGT (dos millones largos de afiliados), lanzarse a la aventura de un «desbordamiento a la portuguesa». Tras la moderación de los socialistas, el PCF intuye, no sólo la posibilidad de una alianza con la derecha, sino la formación, llegada la oportunidad, de un Gobierno socialista «homogéneo».
Socialistas y comunistas, en definitiva, a la hora de la posibilidad del poder, se están confrontando con dos recelos históricos: ¿ha digerido, el PC, la democratización que predica?, preguntan los socialistas, a quienes el PCF aún no cree liberados de los demonios de la «colaboración de clase».
Operación propaganda
Estas interrogaciones no se superarán con el acuerdo sobre el Programa Común que se espera para la segunda quincena de este mes. De aquí, estiman todos los especialistas de la política gala, la importancia determinante de la relación de fuerzas entre los dos partidos si, al día siguiente de las legislativas, llegan al poder. En este sentido, para imposibilitar todas las sospechas que le inspiran los socialistas, el PCF culminó anteayer su ofensiva contra su aliado con la «operación de propaganda», que consistió en lanzar seis millones de ejemplares de su diario, L'Humanité, dirigidos a los potenciales electores de la «unión».
Los comunistas no han olvidado ,nunca la declaración del señor Mitterrand, ante la Internacional Socialista, en 1972: «Nuestro objetivo consiste en rehacer un gran Partido Socialista sobre el terreno del Partido Comunista. Así quedará probado que, de los cinco millones de electores del PC, tres pueden votar por los socialistas.»
En resumen, los dos partidos de la izquierda mantienen una querella ideológica, electoral, aliñada con desconfianzas profundas que, en vísperas de su posible llegada al poder, hasta el momento presente al menos, se considera útil y positiva, y que no ha restado electores a la Unión de la Izquierda, según los últimos sondeos sobre el futuro. «Esto ya es insoportable», exclarnaba días pasados un militante socialista ante la puja del PC. Pero razonó: «De todas maneras, si llegamos al poder, habrá que triunfar, el fracaso nos hundiría para cincuenta años.» Un dirigente comunista, indirectamente, en la radio, hacia un resumen de sus diferencias con el PS bajo otra perspectiva: «Si no llegamos al poder, el partido seguirá siendo el partido, pero los socialistas...»
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.