La prostituta feliz
Xaviera Hollander, la prostituta feliz, llegó con una amiga danesa que decía dedicarse vagamente a la decoración. Ahora, todo el que no se dedica a nada se dedíca a la decoración, aunque haya decoradores muy buenos que efectivamente decoran algo de vez en cuando.Antes, las que no hacían nada, hacían bolillos. Ahora decoran. El Conde de Montecristo, otro señor y yo queríamos ligarnos a la danesa, que se llamaba Alicia, pero Alicia estaba por el otro señor, que es lo que pasa siempre. El Conde y yo, que somos guapos oficiales, no nos comimos en toda la noche otra rosca que una rosquilla que nos dieron de postre. La prostituta feliz también traía un señor para ella sola, un español no devaluado, y la que nos seguía gustando era la amiga. Lola Salvador repartía su desprecio y su tabaco por igual entre prostitutas felices o desgraciadas, y otros señores y señoras flotaban por el ambiente sin acabar de hacer ambiente. Incluso uno de Tabacalera -los monopolios españoles están en todo- que nos vistió con cazadoras de papel de fumar que anuncian Ducados. Pero la prostituta feliz no es dada a ponerse cosas, sino a quitárselas.
Una pareja se quedó peligrosamente encerrada en el baño, y el Conde de Montecristo acudió a salvarles, como en la teleansón. Sedmay ha editado Cartas a la prostituta feliz y ahora va a editar La prostituta feliz propiamente dicha. Xaviera Hollander lleva un consultorio sexual en Penthouse escandalosamente bien pagado. Las prostitutas -felices o no-, cuando se deciden a escribir, siempre cobran más que los escritores cuando nos decidimos a prostituirnos.
Alguien me habla de la famosa lista que anda por ahí, ya metidos en juerga. Una tal Cristina, que le facilita prostitutas felicísimas y ocasionales por ciento y pico mil pesetas. Lo que se paga es el nombre, porque casi todas son famosas del cine y así. Las listas de ministrables eran igual de distraídas y más baratas. Ahora que va a haber crisis de Gobierno, a lo mejor vuelven.
Hubiera querido hablarle a la prostituta feliz de las prostitutas que no son felices, ésas que andan por la calle de la Montera y la plaza del Carmen, algunas menores de edad, y casi todas menores de precio, porque la democracia sin socialismo no hace sino potenciar los vicios del capitalismo.
Y menos mal que ahora han arreciado un poco las vocaciones religiosas, según me informa el cura Martín Descalzo, que me llama para preguntarme por el gato, o sea, Ramón Gómez de la Serna, que fue él quien me lo regaló. Hace poco me encontré en la Casa Gallega a Jesús García Jiménez, que antes era el cura guapo de la tele, y que ahora va de cazadora de cuero negro, y me presenta a una dam:
-Aquí, mi señora.
Sólo los curas dicen ya aquí, mi señora. Yo creo que está mejor que todos nosotros Martín Descalzo viviendo sin señora, sin prostitutas felices y con cinco gatos. Una vez me lo decía Manolito Alexandre en el Café Gijón:
-Lo malo de las prostitutas es que todas son muy tristes.
Pues ahí tienes una prostituta fefiz, Manolito. Xaviera se ha redimido por la literatura, como yo, que si no fuese por Miguel Delibes estaría ahora de macarra en Barcelona.
Lo del aumento de vocaciones religiosas me alegra mucho, porque los curas que se salen dan en rojos, como García Salve, o en editores, que todavía es peor, como José Manuel Lara. Este ha sido por siempre un país de prostitutas desgraciadas y curas de teja. Yo creo que es como marchaba bien. El editor de Xaviera Hollander dice que ahora se peina para atrás porque no hay que avergonzarse de la calva. España dejó de ser católica, como pronosticara Azaña, el día que los curas empezaron a avergonzarse de la coronilla y se la tapaban con fijativos. La prostituta feliz se va de España sin saber que ha pasado por un país de prostitutas infelices y mujeres explotadas. Ay, si yo te contara, tía.
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