A Pilar Brabo, en las Cortes
A ti, que entre otras eres y haces el caso de la mujer en ese vetusto caserón solemne a lo machista; a ti, que entre otras jóvenes y maduras señoras, estás bien metida en el cometido de eso tan varonil (?) de venga a legislar en nombre del pueblo, a lo mismo e importante, pero con peculiaridades propias del sexo..Me atrevo a desdibujar una de ellas sacándola toda la punta de que sea capaz. Comprenderás que no entiendo de feminismo, pero algo de su contra, lo que llaman hoy «machismo», empinado y manifestado en esa casa como en su templo más tradicional y... aviejado. Machismo, el del empaque, la mucha discusión y maniobra, la seguridad altiva y lo del «cuento». Cuestión de estilo que se ha mantenido a través de siglos en tales asambleas de diversos colores, donde sus figuras o representantes iban y van «empantalontados», ayer con chistera, hoy sin corbata... Los mismos de siempre, mejor dicho, idéntico el estilo que impone el mando y casi exclusividad del varón v, sus formas. Pues bien, lo vuestro, Pilar, lo tuyo, opino que así como quien no hace la cosa va de cambio, de relevo, de estreno, de que «ya está bien ... »
Lejos de mí el no apreciar tanto predominio de lo viril en la política, porque tuvo que haber y hubo de todo. Pero, ¡tantos siglos con la bengala en la mano!, y creyendo que esto de organizar y regir la, «polis» es peculiarmente «cosa de hombres». Me parece que ya han, o hemos, probado en demasía lo que en tal trabajo damos de sí. Y que la más elemental dignidad, prudencia y hasta vergüenza va sugiriendo el relevo.
Es curioso, pero tras asentar nosotros tan frescos que en lo de la inteligencia vamos un tanto por delante, siendo esto de la inteligencia ante todo arte de abstraer, al llegar a la política, arte y ciencia si las hay de lo concreto más concreto, pues dicen que también es suyo. ¿Por qué?
Puestos a pensar en recelo, diríamos que el fondo es cuestión de ejercicio del poder. Y que por ello, como la mujer tiene menos fuerzas, pues que se quede en casa, y como el varón da las bofetadas más recias, pues que se sitúa en la tribuna y los escaños. Realmente indecente, el origen del proceso hay que buscarlo en lo de la fuerza muscular elaborada, disfrazada, y hasta olvidada hoy cuando todavía ellos -nosotros- decimos que el hogar, las labores, bueno también las farmacias, las tiendecitas, los concursos de belleza, el escenario para vosotras, en cambio lo nuestro es más grave (?), más pesado (?), más responsable, estructurar, legislar, es decir, mandar llevar las riendas.
Y no, tú entraste con vaqueros en el hemiciclo, era todo un signo, un índice de que ya es posible que las cosas cambien. Van cambiando por el mundo con sus jefes de Estado ya mujeres, pero todo no pasa aún de ser excepción y la «polis» sigue en manos de encorbatados y los uniformados, de señores altos o bajitos que dicen estar en lo suyo para que vosotras podáis, gracias (?) a sus sudores y cavilaciones, pues llevar lo de la casa, hacer alguna carrerita de enseñanza y cosas así, y sobre todo engalanar las portadas de las revistas.
Dispensa, Pilar, insisto, con otro giro. ¿Por qué todo eso del parlamentarismo es tan solemne y artificioso, tan poco «natural», tan lleno de reglamentaciones y fórmulas? ¿Por qué tan seriote,con su tribuna para hablar -vosotras habláis en cualquier sitio- y sus sitiales y sus señores y ujieres con plumas y entorcha dos? Todo ello es algo más que anacrónico, es cursi y llamado, a, que vosotras lo vayáis «domesticando».
Y entiendo ahora por domesticar no que uséis el látigo para meterles en vereda a los importantes señores, compañeros vuestros" sino para que déis un cariz más de casa, de hogar, de «domus» a lo que tiene hoy tanto de escenario, y a veces hasta de circo. Una casa grande, un hogar con sus espontaneidades y sus gracias, su charloteo también, sus enfados y todo eso que ellos también hacen cuando se escamotean hacia el bar de las Cortes. ¿Por qué no sólo un bar grande con todas las expansiones, con su calorcillo y sencillez de trato humano a lo elemental, hasta a lo ingenuo?
Por aquí van algunos de mis ensueños o imágenes de poco fuste sin duda, pero tú me en tiendes. Este nuestro pueblo está ya un tanto harto de solemnidad y similares, preferiría quese legislase en una discoteca o en una cafetería dándole a la lengua y al ingenio. Y no sólo digo de los jóvenes, de los mayores también, tan cansados ellos y tan engañados...
Pero hay más, voy a disparatar más decidido, contando con tu comprensión y, por supuesto, con cierto y seguro disgusto, y hasta escándalo, de los otros varones como yo. Voy hacia lo del matriarquismo como enfrentado con el patriarquismo, fórmula que se ganó la partida desde hace montones de siglos.
¿Disparato? «Pero si el matriarcado fue fórmula primitiva en algunos pueblos y señal de su infantilismo.» Así dirán casi todos, peritos y elementales, pero todos varones. Efectivamente, fueron varones quienes, nos lo enseñaron en nuestras clases de historia: la sociedad matriarcal tan sólo se mantuvo en tribus antiquísimas y el matriarcado no pasa, según ellos, de ser una muestra de a dónde son capaces de caer estos pobres humanos. Nos lo creímos.
Pero ¿por qué? ¿Por qué la matriarca ha de ser expresión de pueblo en decadencia, el patriarca demostración de progreso? No apelemos, yo como creyente, a los libros de la revelación, que en tantos textos son meramente testimoniales de una historia debida a los hombres y por los hombres tejida. Y menos apelemos a los éxitos conseguidos desde los remotos tiempos en que los varones se subieron al pescante y echaron a andar esto de la historia. Me resisto a tales apriorismos.
El matriarcado en sí es tina fórmula casi sin estrenar, sobre todo en estos tiempos, y por tanto con su margen limpio de farsas y fracasos. Fracasos, sí, porque presentar al progreso humano como un absoluto intocable no es ni inteligente ni justo. Hemos progresado en cierto modo, pero pudimos haberlo hecho en otra línea. ¡Qué sabemos! Lo cierto, lo ciertísimo, es que dicho progreso ha ido desarrollándose suciamente entre tantos valores en contra y para vergüenza de los citados cocheros. Una prueba no más a modo de ejemplo: lo de la inevitabilidad de las guerras grandes o chicas, frías o calientes, en bombazos o disuasiones...
No podemos decir lo mismo., del matriarcado porque, repito, está casi por estrenar. Por supuesto no lo concibo como una explotación del sexo femenino sobre el masculino por aquello de la revancha, sino como la otra manera de relacionar los sexos situando en cabezas de filas, sobre todo en lo político, a las mujeres.
Y ¿qué hacer entonces con esa actividad y capacidad indudable de los varones? ¿Por qué no pensar en otra sociedad donde ellos se dieran más a eso de pensar -la filosofía ciencia del abstraer- y sobre todo a lo de las técnicas que tanto gustan hoya nuestros jóvenes? Que piensen y elaboren juguetes de esos que hacen menos incómoda la vida de los hombres en la Tierra. Y que también pues a lo del arte, por ejemplo en música -supremo campo del pensamiento- Entre tanto lo concreto del hogar, mientras perdure como hoy, lo de la ciudad, lo de la forma de estructurar a la humanidad, pues en manos de las mujeres, con su afán y capacidad, ellas, por lo concreto y lo eficaz en cada caso.
Matriarcado festoneado así, no pasa de ensueño y de desafío a tanto segurísimo varón que todavía empareja compasiones y piropos a la mujer sin darla la debida responsabilidad, la que no reduzco a la identidad de derechos, sino aquí elevo a la situación de servicios. No digo que ese maldito apetito de poder no se dé también en vosotras, pero quiero sospechar que. será menos descarado y más tierno. Y entonces me contento y os pido ese esfuerzo para ir colocando vuestros Peones en el tablero del Parlamento en vistas a que las que os sigan se encuentren con lo más difícil ya realizado.
Pilar, a ti, como expresión de tantas cosas que nos son comunes, a ti, que compartes con otro grupito de mujeres esa «intromisión» de lo femenino en esa Jaula de los Dos Leones, más propia de domadores que de madres. Y de lo que necesita la humanidad, necesitamos todos, incluso los más seguros y endiosados, es de madre, de mujer que lleve nuestras cosas, mientras y en tanto nosotros, eternos niños comodones y crecidos, nos dedicamos a la poesía, a la electrotecnia o al humorismo.
¿Que todo lo dicho no es propio de un diario donde siguen los varones barajando sus cosas serias, sus críticas, sus proyectos y... su mala «milk» (perdón)? Seguramente, pero mira, a los viejos, cuando caemos en la cuenta de que ya lo somos, se nos ocurren cosas muy raras, y a molestar que tocan. ¿Molesté? Pues a arrepentirse y tú a lo tuyo, que puede ser todo lo dicho. Y ese saludo que inventaron los hombres, pero sin el sesgo de ninguna seguridad. Tuyo.
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