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Tribuna:Comportamiento electoral de los madrileños / 2
Tribuna
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Republicanos y socialistas, apoyados por las clases medias

Las garantías electorales y la sinceridad del voto caracterizaron a las elecciones de la II República. Evidentemente, con ello no se quiere decir que no hubiera fraudes, pero estos carecían de los rasgos estructurales que caracterizan a las elecciones de la restauración. El período que se inicia con las elecciones municipales viene a confirmar las tendencias de izquierda que distinguían al electorado madrileño, si bien, la política de alianzas electorales no permite matizar mucho más esta afirmación, pues es difícil precisar cuantitativamente las preferencias de los madrileños dentro del arco de partidos de izquierda. Con todo, cabe hipótesis de que el partido socialista en la República recibía apoyo electoral no sólo de la clase obrera madrileña, sino de algunos sectores de las clases medias, como lo prueba su triunfo -no muy amplio- en las elecciones de 1933, que fueron las únicas del período republicano en que este partido no se salió a los republicanos.Otro dato importante para conocer el comportamiento electoral de los madrileños es el porcentaje medio de abstenciones, que oscila entre 33,6 % en las elecciones municipales de 1931 y 31,5 % en las de 1933. Este es el porcentaje medio, pues si bien, en las elecciones del Frente Popular descendió sorprendentemente hasta 22,5 %,cabe pensar que este descenso tuvo carácter excepcional a causa de la trascendencia de estas elecciones. No es gratuito recordar, por otra parte, que en las tres elecciones alemanas de 1932 y 1933 se dio un fenómeno semejante, pues la manifiesta importancia de las convocatorias influía positivamente sobre el electorado, forzándole al abstencionismo.

Listas abiertas

En las elecciones municipales de 1931 -que por su carácter excepcional vamos a utilizar aquí para complementar las legislativas- el 69,2 % de los electores- dio su voto a la candidatura republicana-socialista, en tanto que los monárquicos consiguieron- solamente el 24,1 %, de los sufragios emitidos. Aunque parezca sorprendente una diferencia tan alta entre ambas candidaturas, hay que tener en cuenta que en 1931 las candidaturas republicanas y socialistas recibieron apoyo electoral de amplios sectores de las clases medias, que veían en la República una alternativa política mucho más sugestiva que la Monarquía. Por eso se repite el fenómeno en las elecciones legislativas de 1931, cuando la conjunción republicano-socialista consigue una media de 153.735 votos, equivalente al 75,8 % de los votos expresados. Hay que tener en cuenta, que el sistema electoral de la República estableció listas abiertas en las que se podían mezclar en panachage toda clase de candidatos, por lo que siempre hay diferencias entre los candidatos de una misma lista.

Las elecciones de 1933 revisten mayor importancia a efectos de conocer el comportamiento de los madrileños, tanto por ser las primeras a las que concurre el electorado femenino, como por la ruptura de la coalición entre republicanos y socialistas, qué permite evaluar con más exactitud la fuerza, electoral de cada partido. Los triunfadores de estas elecciones fueron, en Madrid, los socialistas, que con 141.763 votos de media, demostraron contar con el apoyo del 36,2 % del electorado. Tras el PSOE se situó la candidatura de la coalición derechista (monárquicos y republicanos) con 133.386 votos de media y el 34,3 % de los votos expresados. Junto a estos dos gran des bloques, la candidatura republicana conservadora obtuvo una media de 72.517 votos (18 %) y los republicanos de izquierda sólo consiguieron una votación media de 22.553 votos (5,9 %). Si agregamos a estas cifras los 12.676 votos que recibieron los comunistas por término medio (2,1 %) resulta que el 44,2 % del electorado madrileño votó por la izquierda, mientras que el 52,3 % lo hacía por opciones conservadoras, republicanas o monárquicas. No hay que extrañarse de estos porcentajes, pues la candidatura republicana conservadora, atrajo muchos votos de las clases medias, que aún no habían sufrido el proceso de polarización, de 1936. Cuando éste se produzca, bastantes votantes de dicha candidatura preferirán votar al Frente Popular, que les aseguraba la persistencia del régimen republicano.

En busca de moderación

Por último, en febrero de 1936, la candidatura del Frente Popular obtiene una votación media de 222.134 votos (53,37 % de los sufragios expresados), frente a 185.217 del bloque contrarrevolucionario (44,5 %) y 3.781 de Falange Española (0,9 %). Igual que en 193 1, el hecho de presentarse candidaturas de coalición y de que el electorado se exprese mediante listas abiertas, determina que no todos los miembros de cada candidatura obtengan el mismo número de votos. Así, entre los candidatos del Frente Popular, Azaña, Besteiro y Martínez Barrios, son los mejor colocados, mientras que Largo Caballero y José Díaz quedan en los últimos lugares de la lista. En el mismo sentido, Gil Robles, Royo Villanova y Montero, quedan en primer lugar, mientras los ultraconservadores Galinsoga y Giménez Caballero ocupan los puestos más bajos. Parece, pues, que dentro de la polarización que representan las dos candidaturas se observa una ligera predisposición del electorado en favor de los candidatos más moderados de ambos bloques.

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Del comportamiento electoral de los madrileños durante la República se desprende una tendencia algo acusada hacia los partidos de izquierda y de centro. Los datos de la elección de 1933 muestran la escasa audiencia de los partidos monárquicos de extrema derecha, en tanto que son los socialistas los que cuentan con una clientela electoral más coherente. Todo ello resulta bastante lógico, pues en la década de los treinta había en Madrid una población trabajadora bastante asentada, que votaba invariablemente por el PSOE, mientras que la burguesía media se mostraba vacilante, inclinándose alternativamente por los republicanos de izquierda o de derecha.

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