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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La legalización del aborto

En una intervención televisiva el señor Carrillo, exponiendo el programa electoral de su partido, aludió brevemente al tema del aborto, mostrándose favorable a su legalización «porque los que lo prohíben son los que pueden pagar el viaje a Londres de sus mujeres».Asimismo, el pasado día 6 del corriente fue publicada en esta sección una carta firmada por la señora Afrodita Aguirrebeña, criticando la intervención de Carrillo, pero criticándola negativamente.

El tema del aborto tiene dos vertientes que hay que aprender a distinguir: una cosa es estar en contra del aborto, y otra muy distinta estar en contra de su legalización.

La cuestión de la legalización no ofrece dudas, desde mi punto de vista. Me parece muy bien que los principios éticos de nuestros gobernantes les impidan consentir que sus mujeres aborten (no sé si estos principios son los mismos que les permitieron despedir obreros, perseguir comunistas y apalear y encarcelar demócratas, y no sé tampoco si estos principios antiabortivos actuarán también con'sus queridas), así como también me parece muy bien que la señora Aguirrebaña, madre de familia numerosa, tenga los mismos principios éticos (sin duda, su situación económica se lo permite), pero hay otros que no opinan así y esos otros también deben ser respetados. Vamos a ser demócratas con todas las consecuencias: lo primero, la legalización, para impedir que decenas de miles de mujeres españolas tengan que salir al extranjero para abortar y, lo que es más triste todavía, para acabar con la penosa situación de aquellas otras decenas de miles que por cuestiones económicas y de incultura no pueden salir de España. Y digo incultura, y no ética, porque, ¿sabe usted cuántas mujeres utilizan abortivos tan peligrosos como el perejil?

Lo primero, la legalización, y después el debate. Y ahí es donde usted puede decirnos lo que le inspiran sus principios morales, y contarnos lo de los peces, y lo de los condenados a muerte, y lo del derecho a la vida de los concebidos. Yo, por mi parte, soy plenos ambicioso; me quedo con el derecho a la vida (lo más feliz posible o, cuando menos, lo menos infeliz) de los que están ya en vida. Por eso me muestro a favor de los anticonceptivos y el aborto libres y gratuitos, a cargo de la Seguridad Social.

Ya ve, señora mía, que nos está llegando ese debate tan actual en el mundo «civilizado y libre», como usted dice. Libre a costa de oprimir a otros pueblos (léase Sahara, Palestina, etcétera), y civilizado (el último ejemplo es la bomba de neutrones).

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