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FESTIVAL DE GRANADA

"Fidelio", de Beethoven, y "Atlántida" , de Falla-Haffter

El Coro y Orquesta nacionales, bajo la dirección de Rafael Frühbeck, han sido protagonistas de dos jornadas fundamentales del festival: Fidelio y Atlántida. Es justo iniciar el comentario de una y otra con el elogio decidido a la gran formación vocal que dirige la profesora Rodríguez de Aragón.

Tanto la obra de Beethoven como la de Falla-Halffter están erizadas de dificultades y problemas, más arduos porque no siempre son «visibles» para el público a la hora del concierto, es decir, cuando todo está ya resuelto. La frescura de las voces, el trabajo de cohesión, la orientación unitaria desde el punto de vista de «escuela», el riguroso criterio musical y las muchas, muchísimas, horas de trabajo han permitido al talento de Lola Rodríguez de Aragón y su Coro, remontar con total perfección las experiencias de Atlántida y Fidelio.No es cosa de volver sobre los recientes escritos en torno a Atlántida. Frhbeck y sus colaboradores (la Tarrés, Serra, Cid, Paloma Pérez Iñigo) con la Escolonía de Nuestra Señora del Recuerdo, de César Sánchez-, la Orquesta y el Coro nacionales, han dado vida, una vez más, al misterio de ese continente musical que es Atlántida, corona de todo un proceso histórico de la música española que arranca en Pedrell y se clausura con la «cantata» verdagueriana. Aunque el programa no hacía mención del dato, la programación de Atlántida podía entrañar carácter de homenaje no sólo a Falla, sino a Verdaguer, en el centenario de la primera redacción y premio floral del vasto poema helénico-religioso. En él vieron los catalanes -según Carles Riba- una plasmación, a gran escala, del renacimiento literario de su lengua que cobraba y definía las «mayores ambiciones y posibilidades de fuerza gracia, sabor y riqueza». Pensada por Falla -y en gran parte escrita- en Granada, al escuchar en el patio de Carlos V esta emergida Atlántida, pensé en aquella intuición de Albéniz al defender un suerte de «entente» espiritual entre Barcelona y Granada, sentimiento en el que, desde Cataluña, le acompañaron Rusiñol, Moragas, Sert y otros y, desde Andalucía, realiza Manuel de Falla.

La seguridad técnica de Frühbeck, su sentido de la ordenación y movimiento de la masa sonora, su buena continuidad expositiva ha reafirmado conceptos al lado de Ernesto Halffter, «asesor artístico» de la versión, de manera que lo que otrora fueron palabras duras de crítica por parte del discípulo de Falla, han podido tornarse en frases de alabanza Creo, sinceramente, que la labor del titular de la ONE, con los pentagramas de Falla-Halffter las merece, como mereció el aplauso unánime del público granadino. Un público volcado que no abandonó su puesto, o se limitó a refugiarse en la parte cubierta del patio, cuando la lluvia arreció en una noche más «toledana» que granadina. Desde el comienzo de su carrera vi en Frühbeck unas posibilidades de director teatral que no hacen sino confirmarse con el paso del tiempo. Tan auténticas son que, a la hora del concierto, muestra el conductor burgalés una abierta inclinación por las obras de talante dramático: oratorios, cantatas, misas o sinfonías mahlerianas. El Fidelio escuchado ahora supone un nuevo refrendo de tales aptitudes, pues desde la audición «sin escenario», Fruhbeck extrajo de los únicos pentagramas operísticos de Beethoven toda la naturaleza teatral que poseen de modo sustancial. Incluso puede compartirse el criterio de Wagner, que prefería escuchar la ópera beethoveniana antes que verla representar.Aludido el Coro Nacional y casi sin necesidad de alusión la ya sabida calidad de la Orquesta, debemos destacar entre los solitas, en primer lugar, a Ana Higueras, deliciosa Marcelina desde su voz lírica y madurada, su sensibilidad refinada, y su criterio musical espléndido. Le dio respuesta en Jacquino, el tenor Tomás Cabrera, ágil de técnico y pulido de estilo. La brillantez de la soprano Hanna Lisowska-, de bellos medios, no fue menor que la del tenor Robert llosfalvy, de medios relativamente atractivos. Thomaschke en Rocco, Perez Bermúdez en Pizarro y Enrique Serra en Fernando, completaron el equilibrado conjunto.

Como contrapunto a las audiciones, se desarrollaron en el reconstruido palacio de la Madraza, frente a la capilla de los Reyes Católicos, conferencias en torno a Beethoven. Su obra, su interpretación como símbolo de la música y las relaciones con España, muy apoyadas en textos galdosianos, quedaron expuestos y glosadas por Xavier Montsalvatge, A. Fernández-Cid y Federico Sopeña. Cristóbal Halffter autocriticó sus Elegías y yo mismo conté, una vez más, la «larga aventura» de Atlántida.

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