Interesante aportación española a la Feria de Arte de Basilea
Interesante resulta, en conjunto, la aportación española a esa gran manifestación del arte moderno celebrada por octava vez en Basilea con el título de Feria Internacional de Arte.
Debe ser tenido muy en cuenta al hacer un balance valorativo del "Art. 8,77" -así es como se designa abreviada y sintéticamente, sin problemas idiomáticos, esa gran manifestación plástica en una de las más activas capitales de la Confederación Helvética-, que sus aportaciones son hechas a base de galerías y marchands con un declarado móvil mercantil.Mi sumaria relación de los artistas españoles cuya obra ha sido expuesta en la subyacente ciudad del Rhin tendrá, pues, la constante referencia a las salas o empresas que la promocionan.
Destaca el envío de la galería madrileña de Juana Mordó, con una impresionante colección de arpilleras desgarradas de Manolo Millares; las turbadoras visiones metálicas del malagueño José Quero que presenta la sala El Punto, de Valencia; la aportación de la barcelonesa Galería Trece, con los acertados experimentos cóncavo-convexos en madera ligeramente teñida, del asturiano José María Navascués; la vecina (en Barcelona) Sala Gaudí, con una selección de obras de los artistas de su equipo: los oníricos y precisos coloristas Eduard Alcoy y J. María Rovira-Brull; el depurado Carles Planiell, el fantasioso Gervasi Gallardo y la revelación de la última temporada: las esculturas del traumatólogo Francesc Anglés, realizadas con telas escayoladas y acrílicos, que llamaron tanto la atención por su tamaño y verismo, como los músicos componentes de la típica cobla de sardanas con instrumentos auténticos y que ha vuelto a exhibirse ahora con un fondo sonoro muy tenue.
Siguiendo con las galerías barcelonesas, debo mencionar la de René Metras, que ofrece al visitante una serie notable de obras del renano arraigado en Ibiza Erwin Bechtold, con sus abstracciones atonales animadas por el color de sus formas casi viscerales, así como un buen conjunto de esculturas de Marcel Martí en su afortunada etapa actual de complementación de oquedades y salientes. También es muy notable el envío de la Galería Joan Prats, con algunas pinturas de Antoni Tàpies y de Joan Ponç y las más recientes obras de Jorge Castillo (unos óleos de impecable factura y de atmósfera misteriosa, que constituyen una auténtica novedad), así como los últimos óleos de Albert Rafols Casamada, apenas alusivos al mundo circundante, y los adobes e incrustaciones que Josep Guinovart había presentado al público barcelonés a comienzos de este año.
Consideración ap arte merecen las One-man show o exposiciones individuales, como las que Art Curial, de París, organizó para la industrializada producción del escultor Berrocal: cubertería y graciosas estatuillas desmontables; los óleos, dibujos y litografías del catalán Alvar, que empieza a ser conocido en la capital del Sena, y que ha promocionado la galería Perspective.
Dentro de este grupo de exhibiciones individuales produce un indudable impacto la de Joan Cruspinera, auspiciada por Arteco. Tal efecto es ocasionado no sólo por la masiva aportación del artista (más de sesenta piezas entre cuadros y obra gráfica), sino por su propensión a una terribiltà que consigue gracias a susprobadas dotes de dibujante.
Sin embargo, el stand de Josep María Subirachs, presentado por Regomir, quizá sea el que dé una nota de mayor solidez, con sus dibujos y sus esculturas más recientes.
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