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El veto de Carter al bombardero B-1 desata una polémica nacional

En medio de una fuerte polémica nacional, provocada por la decisión del presidente Carter de suspender la construcción del nuevo bombardero estratégico B-1, la compañía aeronáutica Rockweil Intemational, principal fabricante del aparato, anunció ayer que se verá obligada a despedir en los próximos meses a unos 10.000 trabajadores y que no podrá crear los casi 200.000 empleos que hubiera necesitado la ejecución del programa del B1.

La desventura de la Rockwell, cuyos ejecutivos criticaron ayer amargamente la decisión de Carter, contrasta con la fortuna de la Boeing, que es la empresa que construye el misil Crucero y los actuales bombarderos B-52, que constituirán conjuntamente el eje de las fuerzas estratégicas aéreas de Estados Unidos, según anunció el jueves el presidente.En el Congreso, las reacciones a la suspensión del programa del B-1 han estado acordes con los votos a favor y en contra del nuevo bombardero que se emitieron en las pasadas semanas. Para el senador Goldwater, ultraconservador, es lamentable, que Carter haya antepuesto el cumplimiento de una promesa electoral a los intereses de la seguridad nacional. El líder de la ,mayoria en el Senado, Robert Byrd, opina, por el contrario, que ha sido «uña decisión sabia y valerosa, que contará con el apoyo del país entero».

«Proceso irracional»

El adjetivo «valeroso» para calificar la decisión presidencial aparece también en la mayor parte de los editoriales de la prensa de la costa Este, que recuerda lo fácil que hubiera sido para Carter sucumbir ante las presiones de la industria bélica, los sindicatos y los militares y los beneficios políticos que hubiera podido obtener de haber aprobado el proyecto B 1.Mientras el ex presidente Ford, defensor del nuevo bombardero, se apresuraba a criticar la decisión tomada por su sucesor en la Casa Blanca, el senador Culver, demócrata por lowa, explicaba que « ésta no es una cuestión de halcones contra palomas ni de liberales contra conservadores; éste -señaló- es un problema entre alto costo y poca efectividad, frente a un proceso irracional de toma de decisiones políticas, sujeto a rivalidades y a presiones políticas y económicas».

Aparte de las repercusiones en el mundo del trabajo y en la industria del armamento, los especialistas prevén que la suspensión del programa del B-1 causará problemas también en las conversaciones SALT sobre limitación de armas estratégicas con la Unión Soviética. Los rusos, según parece evidenciarse de la primera reacción de la agencia oficial Tass, están más preocupados por el misil Crucero que por cualquier otra arma norteamericana, incluido el B-1. Y la decisión de Carter supone el desarrollo del nuevo proyectil teledirigido que basa su gran efectividad en una «lectura» de los accidentes orográficos mediante un complejo computador.

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