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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Los socialistas ante el país

Diputado electo al Congreso por GuipúzcoaA punto de abrirse las nuevas Cortes y terminado un escrutinio que como se ha llevado más parece de la época de la tartana que de la cibernética, conviene significar datos fundamentales que han convertido al Partido Socialista en la alternativa de gobierno.

Cuando afirmábamos que la memoria histórica -soterrada en un principio, aunque paulatinamente dinamizada en función del desarrollo orgánico- se convertiría en uno de los elementos protagonistas de racionalización de las opciones del cambio, marginando la sustentadas sobre improvisaciones irrealistas y personalismos sin mañana, se apuntaba a la doble dimensión interior e internacional de la imagen política.

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Las pasadas elecciones han demostrado no solamente el rigor y la responsabilidad con que los sectores más consecuentemente democráticos del pueblo se disponen a afrontar el futuro sino, asimismo, la aguda perspicacia con que han sabido distinguir el son auténtico entre voces aparentemente semejantes hasta tal punto que era de ver a los portavoces de la peyorativamente llamada extrema izquierda afanarse tras la busca de atildados equilibrios.

Por otra parte, minimizando las tentaciones tercermundistas o de un socialismo pretendidamente ultra mediterráneo, aquellos sectores han afirmado la vocación europea de España, y por ello han confíado en la organización que más adecuada, permanente e irrenunciablemente la venía expresando por su contigüidad solidaria a las grandes opciones de poder que están construyendo Europa.

Uno y otro supuesto se anudan en esa condición fundamental y definitoria de credibilidad democrática que no reside, idóneamente, ni en quienes atrapando el tren en el último minuto se han subido a la máquina, ni en los que asumiendo sólo una parte de su herencia -la resistente- intentan superar verbalmente la abominante autoritaria de la misma.

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La credibilidad democrática es lo que ha hecho que más de cinco millones de ciudadanos -con la reflexión que produce el saber que su propio destino ha de superar el contagio de la alegría festivalera o la audacia testimonial- hayan elegido al Partido Socialista como garante de ese destino. Y aquí si que podemos hablar de votos de caridad, no como consuelo sensitario de quienes tendrán que esperar ulterior ocasión, sino como manifestación de confianza de los grupos sociales más vivos y dinámicos del país, los cuales constituyen la clase trabajadora en el amplio contenido que los socialistas hemos defendido a lo largo de la campaña electoral, es decir, la integrada por los trabajadores de la industria, el campo y el mar, por los técnicos, intelectuales, profesionales, empleados, enseñantes, funcionarios, a los que se han de sumar los pequeños industriales y comerciantes.

Más no se trata únicamente de contabilizar y cualificar, sino de comprender su dimensión sociológica y de extraer los criterios necesarios en orden a la operatividad del partido. Considerando la gran distancia que separa al Partido Socialista de¡ que le sigue en la izquierda nos encontramos con que el concepto de hegemonía responde insatisfactoriamente a la situación creada, por cuanto el mismo establece la relación entre organizaciones de peso desigual aunque de distancia no ampliamente descompensatoria, tal como sucede en Francia con los Partidos Socialista y Comunista. Algún diario ha hablado de que mientras la UCD ha barrido a la derecha el PSOE lo ha hecho a la izquierda, y aunque la espectacularidad del titular sea demasiado impresionista, lo que explica autoriza a superar el concepto atractivo, aunque aquí y ahora, insuficiente de hegemonía.

Creo que la dimensión encarnada en Socialismo es libertad ha recogido la doble vocación transformadora que la izquierda española ha mantenido a lo largo de su historia, la conformada por la tradición liberal de progreso y por la tradición estrictamente socialista. En el período anterior a la guerra civil la primera era expresada con impar prestigio insobornable dedicación por Manuel Azaña y la segunda, naturalmente, por el propio PSOF, aunque ocasionalmente podían confluir en hombres como Indalecio Prieto al que se debe honrar como precursor de una fecunda andadura. En las actuales circunstancias la capacidad con que los socialistas han sabido ser fieles a su histórico legado de que el socialismo es la profundización de la democracia, les ha hecho acreedores a la confianza de las capas sociales y culturales a las que aquella doble tradición se vinculaba. A sensu contrario, la integración en el gran partido de la derecha, instrumentado por Suárez, de los grupos que prevalecían de aptitudes reformadoras, prontamente agostadas, confirman nuestra proposición. Todo ello nos obliga a ser leales intérpretes de la voluntad popular en la perspectiva de cambiar la vida mediante la consecución de progresivas e imparables cotas de libertad y justicia, pero sin recaer en dogmática enfatización que no corresponde al talante de la izquierda.

En otro sentido, el hecho de que el Partido Socialista se haya convertido en la alternativa de gobierno obliga a una reflexión sobre la unidad de la izquierda como único y excluyente método de asunción por ésta del Poder. Reiteradamente, antes y durante la campaña electoral, hemos venido afirmando que en la presente coyuntura de mantenimiento de los instrumentos del régimen anterior, dicha unión, arriesgaría una dialéctica del frente popular -frente nacional cuyas dramáticas consecuencias sólo las salva, imaginativamente, el voluntarismo de los alucinados-, mas también indicábamos que en el futuro el problema debiera plantearse no en función de aptitudes dogmáticas, sino condicionandolo a la correlación de fuerzas existentes en la ocasión apropiada. La bipolarización responsable y no traumática que ha arrojado el balance electoral entre un gran partido de derechas y el PSOE como expresión de la izquierda, es un dato principal a tener en cuenta en el futuro, considerando que el contexto social, político y económico en que se mueve España tiende más a la consolidación de la bipolarización que a su desaparición.

En esta dirección los socialistas estamos dispuestos a asumir, sin complejos, nuestra responsabilidad histórica.

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