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"Excomunión" de santiago Carrillo en Moscú

Un golpe tajante al concepto mismo del llamado eurocomunismo, envuelto en una «excomunión» del secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo -que recuerda las luchas internas más graves del comunismo internacional, como la fulminación de Tito por Stalin, en 1948, o la de Dubeek tras la primavera de Praga- asesta la revista Novoye Vremya (Tiempos Nuevos), que acaba de aparecer en Moscú.

El largo artículo del semanario, considerado como uno de los más importantes portavoces oficiosos de la política exterior soviética, persigue en forma exhaustiva una doble argumentación: la dedicada a aniquilar el eurocomunismo y la de desprestigiar la figura de Santiago Carrillo. Una lectura superficial destacaría este segundo aspecto, ya que Carrillo sufre toda suerte de ataques, desde la sarcástica denominación de «apóstol» del eurocomunismo, hasta la clásica y gravísima acusación de ser agente de las fuerzas de la burguesía y la reacción.Pero la lectura en profundidad del alegato revela que el «caso Carrillo» es sólo un ejemplo para cortar de raíz el morbo del eurocomunismo, con una advertencia ineatacables, ya que no han sufrido el relativo descalabro del PCE en las elecciones.

Así, el entramado ideológico del artículo parte de los profundos cambios del mundo actual, debidos a la acción de los países socialistas, los no alineados y los movimientos de liberación nacional, pero con el movimiento comunista como factor de cohesión de primer orden. Subraya en especial la unión de los partidos comunistas de Oriente y Occidente, sobre todo en Europa, soldada en pruebas decisivas como la guerra antifascista, la guerra fría, la defensa del Vietnam, y la lucha por la distensión, y apela a la fidelidad internacionalista alcanzada en la conferencia de partidos comunistas de toda Europa en Berlín, contra las «maniobras cada vez más sutiles de los enemigos".

El único comunismo

Todo ello desemboca en descalificar tajantemente al llamado eurocomunismo como «emanación del pensamiento burgués», denunciar el equívoco de confundir estrategias comunistas diversas, según las condiciones de cada país, con el intento de definir «cierto tipo de comunismo, específico», y afirmar sin rodeos que el comunismo, «el verdadero, es único»: el fundado por Marx, Engels y Lenin, cuyos principios sigue el movimiento comunista mundial.

Esta argumentación de fondo se desarrolla al hilo de una crítica demoledora contra la obra de Carrillo sobre eurocomunismo y Estado -que parece algo tardía, ya que apareció el volumen en abril,lo que sugiere a los observadores que se esperó el fracaso en las elecciones para dar el tajo-, y contra la figura misma del secretario general del PCE, que se reitera en frases y conceptos de la mayor dureza:

«Desgraciadamente, hasta en las filas comunistas se ven aparecer personas que adoptan posiciones de hecho contrarias a los principios, y un ejemplo lo suministra Santiago Carrillo.» O la acusación de que Carrillo ataca el internacionalismo y la unidad y cohesión de los países socialistas, cuestiones que afectan a todos los partidos hermanos. O la más grave de que Carrillo, en su «vertiginosa evolución» hacia «apóstol» del eurocomunismo ha fijado sus fines en oponer a los partidos comunistas del este y el oeste de Europa, denigrar al socialismo real, el de los países que han creado ya una sociedad nueva, y en especial a la URSS, y rechazar todas las conclusiones conjuntas alcanzadas por los partidos comunistas de toda Europa.

Las acusaciones se multiplican y agravan: la pluralización que predica el libro de Carrillo equivale a una escisión, la estabilidad política de que se habla es mantenimiento del statu quo favorable al imperialismo, lo que se pretende en realidad es que los partidos comunistas occidentales dejen de ser comunistas y rompan sus lazos con los partidos hermanos del Este, la obra de Carrillo acepta, en realidad, una Europa occidental unida agresivamente contra el Este bajo -la OTAN, la tercera vía de que se habla entre las superpotencias URSS y USA es una mera división del comunismo europeo en forma antisoviética y, en resumen: «La interpretación del eurocomunismo de Santiago Carrillo responde indudablemente, y de modo exclusivo, a los intereses de las fuerzas de la agresión y la reacción. Su puesta en práctica tendría las más graves consecuencias para los partidos comunistas en los países cápitalistas y en la propia España», y se evoca el fantasma de la escisión del movimiento comunista internacional a la que «aspiran desde hace décadas las fuerzas del imperialismo y la reacción». No faltan desde luego -el espacio da de sobra, y aquí sólo se resume del modo más apretado el contenido- las acusaciones del «antisovietismo in crescendo» ni de «injerencia en los asuntos internos de la URSS» por las reflexiones, del libro dirigidas a los camaradas soviéticos.

El artículo concluye con la condena formal de que la obra de Carrillo representa la repudiación de Marx, Lenin y las bases mismas del comunismo científico, y anuncia que «la lucha contra los escisionistas burgueses y los que intentan introducir sus ideas» en el movimiento comunista acabará con la victoria del comunismo auténtico.

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