Hacia la prehistoria
Las corridas de la gran expectación, por el crédito de la casta de los toros anunciados, han concluido más o menos en fracaso. Primero fueron los polémicos victorinos, que casta sí tuvieron, aunque también mansedumbre, a excepción de una de las reses; luego los miuras, y ayer los pablorromeros, que de casta, nada, pues más parecían, presencia aparte -nos referimos a su conjunto-, toritos comerciales. Sólo quedan los cobaledas de esta tarde, que podrían ser la excepción, y falta hace, porque el público que llenó Las Ventas para ver toros salió defraudado. Si toreros de garra hay pocos y tampoco nos dejan ver al toro-toro, en toda su pujanza, con toda su fiereza, ¿para qué la fiesta? Es curioso, pero la esperanza que queda está en un rejoneador. ¿Vuelve el toreo a su prehistoria?